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Cabaret

Este fin de semana hemos tenido la oportunidad de sentir algo único, no diré tanto como irrepetible, pero sí impresionante. No resulta nada difícil llegar a comprender perfectamente el éxito que durante tantos años ha cosechado el musical «Cabaret» allá donde se ha representado.

Diré, en primer lugar, que no he visto la película de Liza Minelli, pero sí sé que los propios actores que dieron vida este fin de semana a los personajes en el Palacio de Festivales han dejado muy claro desde el principio que la historia no es la misma, que en la película se centran en otros temas y confunden parte de la historia, y obvian los detalles que son fundamentales en la trama de la obra. Diré también que nunca había presenciado un musical en vivo, quizás por eso me ha impresionado tanto, y de verdad que los que no lo hayan visto deberían hacer todo lo posible por no volver a perder una oportunidad así.

Cabaret

Desde el inicio de la representación quedó bastante claro que la intención principal era que nos olvidásemos de nuestros problemas, pero realmente no pensé que sería una historia tan dura la que nos haría olvidarnos de ellos. La obra constaba de dos partes, separadas físicamente por el descanso, quedando perfectamente dividida en dos apartados totalmente opuestos. En la primera parte, abundan las risas y el típico ambiente que uno espera en una representación sobre un cabaret. En cuanto a la segunda parte, ya desde un minuto antes del descanso anuncia que no va a ser del mismo estilo, que los tiros van a ir por otra parte y que la festividad y el cachondeo van a dar paso a una historia mucho más profunda y cruel.

Personalmente, el final me ha resultado muy impactante, es un final de los que no se acostumbra a ver. Uno espera el típico fin de fiesta espectacular, con la mejor canción reservada para el último momento, con todos los personajes cantando y serpentinas y confeti, y se encuentra con un final duro, sobrecogedor, y, sobre todo, que da mucho que pensar. Es probable que por eso me haya gustado tanto.

Kit Kat Club

En el apartado de «lo mejor y lo peor», puede que sea una batalla que tengo perdida, pero nunca me cansaré de repetir que los acentos míticos del chino que pronuncia la R como una L o el alemán del «suban empujen estrrrrujen bajen» chirrian. Claro esta, estoy hablando de lo peor de la obra. No es que los personajes no hicieran bien su acento, sí, eso estaba bien, se distinguía muy bien quién era alemán y quién «americano» (básicamente, el que hablaba un castellano perfecto), pero resultaba muy molesto, especialmente en las canciones, en las que más de una vez me quedé sin entender párrafos enteros por el maldito acento. Y no os quiero ni contar como me ponía cuando en lugar de «nazis» los alemanes pronunciaban algo parecido a «nadchis»… Pero ya sé que es un intento inútil quejarse, siempre seguiremos viendo esos tópicos.

En cuanto a los actores, más bien diré «los artistas», porque a fin de cuentas aportan mucho más de lo que la palabra «actor» puede abarcar, creo que todos estuvieron magníficos en sus papeles. La historia secundaria, la de Fräulein Schneider y Herr Schultz, interpretados respectivamente por Patricia Clark y Paco Lahoz nos brindó grandes números como el mítico «Piñas tropicales».

Marta Ribera

En cuanto a la pareja principal, Sally Bowles y Cliff Bradshaw (Marta Ribera y Jesús Cabrero), el protagonista masculino apenas hizo un tímido intento de cantar un par de frases, por lo que no le podemos juzgar demasiado en el aspecto musical, pero resultó convincente en su papel. La protagonista quizás pecaba de un poquito de falta de picardía, por decirlo de algún modo. Puede ser simplemente que la idea de una cabaretera con la que yo iba era más sexual y menos cándida, pero la verdad es que creo que le falta un punto picantón al personaje. Eso sí, inolvidable su interpretación final de la mítica canción «Cabaret». La mejor de todas las canciones que interpretó a lo largo de la obra.

Y dejo para el final lo que sin duda es lo mejor de la representación. El personaje de Emcee (o Maestro de Ceremonias), un personaje que resulta alucinante y que enamora. Sexual, ambiguo, divertido, provocador, irónico, mordaz, increíble… Podría seguir horas diciendo adjetivos pero no podría llegar a describir en profundidad el brillante trabajo que realiza Víctor Masán, tanto que recibió, y bien merecida, la mayor ovación por parte del público al finalizar la representación. A él sí que habría que cantarle ese «¡Qué gusto verte!» que nos dedicaba en la primera canción, «Wilkommen». Víctor Masán se ha metido perfectamente en la piel de Emcee, con un cierto aire al irrepetible Frank N. Furter de Rocky Horror Picture Show, y creo que este fin de semana consiguió encandilar a todos los que pasamos por el Palacio de Festivales. Tanto mujeres como hombres.

Victor Masan

Como resumen, y parafraseando a Sally Bowles: no sé muy bien si la vida es «un cabaret sin más», pero puedo asegurar que este fin de semana me hicieron amar este «Cabaret».