Rebeca Jiménez brilla con luz propia.

Rebeca Jiménez presentaba el pasado jueves 27 de octubre su nuevo trabajo “Valiente” en la sala Black Bird de Santander. El día aguantó sin agua, pero justo una hora antes de la actuación empezó a descargar bien de lluvia… Llegué empapado, hacía mucho que no me mojaba. Ya cuando entro, veo que han colocado todas las mesas alrededor de la primera mitad del escenario. Me lo temía… bueno, le daba un toque intimista y le pega más a ella que a otras propuestas. En la distancia, solo veía un teclado forrado de pelo de tigre o algo similar y una gran estrella colgando del mismo. No se apreciaba más. Cuando se acercaban las diez de la noche, la cantante sube al escenario, comenta que está encantada de que su gira comience en Santander, recuerda su tiempo vivido en la región, saluda a los amigos y resalta que para ella, estar entre nosotros es muy especial y que tiene gran cariño a esta zona.

Mi primer recuerdo de ella, es de cuando Quique González giraba con “Kamikazes enamorados”. En aquel concierto del “Indian”, subió con él a cantar “Calles de Madrid”. Nada más y nada menos, porque lo hizo muy bien. Desde aquella vez, hasta hace un mes, había escuchado una o dos canciones a lo sumo. Tengo que decir que en mi caso los hechos se han decantado de manera escalonada y natural. Me entero que toca aquí, descargo su música y quedo satisfecho y convencido. No quiero dejar pasar la ocasión y decido pagar la entrada del concierto y una vez allí… habiendo confirmado todas las expectativas, también me compro su último disco. Supongo que es un desarrollo bastante lógico cuando descubres algo que te gusta y en cada valla que vas saltando, no tropiezas. Al final del recorrido, el artista en cuestión, ya puede contar con un seguidor más. Eso sí, el crédito no es eterno y hay que seguir currándoselo.

Creo que me quedo antes con su voz que con las letras, pero tengo claro que la suma de ambas cosas provoca una onda expansiva tal, que esa telepatía invisible entre artista y público, acaba muchas veces en cánticos de ida y vuelta.
Rebeca brilla con luz propia… encima del escenario, sola con su teclado, alumbra como un faro todo su frontal. Mientras canta, nos sigue con la mirada. Yo en las tres o cuatro primeras canciones acabé en llamas. “Perdí la velocidad y no te encontré al final y salí dejando mi corazón en medio de un callejón donde huele a tí y me quedé colgada en las luces de todos los coches delante de mí”… Me da más vértigo escuchar esto que imaginar la bajada más pindia de la montaña rusa más grande. Todavía no me he hecho inmune a cierta tristeza, prefiero que sea así. No es cuestión de fustigarse pero escuchar cosas como esta, te sitúan siempre en un escenario tan real… En sus canciones para corazones rotos veo caminos que se cruzan para luego separarse, los amores y desamores de pie de calle se nos presentan como carne poco hecha. La voz de la moza es un cuchillo que la desgarra hasta que la pieza sangra (Let it bleed). Escucharla cantar es pura clarividencia, por la carga emotiva de las historias, por la fuerza de su voz, y por la transparencia con las que muestra su mensaje. Sus palabras llegan limpias y perfectas, se la entiende desde la primera a la última. Como las canciones dicen cosas, el manantial sonoro de sus historias, cuanto más puro, mejor. Puede parecer una contradicción, pero todo esto lo consigue con una voz llena de serrín. Allí, en la soledad del escenario, los músicos pasan la prueba del algodón. Rebeca no se quiebra, crece con las canciones y se hace fuerte. No duda, en su mirada se ve que ha decidido dónde tirar el penalti antes de lanzarlo.

La torrelaveguense Vicky Gastelo sube a cantar con ella Volverás (en su versión vals). Comenta que está más nerviosa que cuando la actuación es suya. No tiene porqué, no en vano, en el disco hace varios coros. Seguimos por el camino de las menciones… Fonso, del restaurante “Las piscinas” de Villacarriedo, se lleva su parte… todo queda en casa. También “Cada día cuesta más” va para Cristóbal Martínez Cantos… un amigo fallecido. “Y tú ya no estás para escuchar mis canciones, no me vale pensar que ya vendrán tiempos mejores” Sencillo y al corazón. Preciosa dedicatoria.

En un momento determinado, nos cuenta y nos canta que “Un poco de suerte no vendría mal”. Gin Tonic Jurado apostilla con coña “aunque sea mala”. No se, creo que tener ya ese pequeño legado de canciones es para sentirse afortunada (aunque aquí el azar no intervenga). Yo creo que su obra ya tienen un valor de por sí, independientemente del vuelo que coja a partir de ahora.
“De haberlo sabido” y la carne de gallina. Quique González es un crack, ya lo sabemos, pero que bien reencarna la canción la segoviana. Le queda como un guante.
Tony Jurado, al cajón y voces, y luego Francisco Simón (sustituyendo al habitual Mario Raya), a la guitarra eléctrica, van ayudando a que la actuación coja otro impulso. Hay gente que prefiere esta parte más movida, más llena (no es que sean una Big Band pero todo suma). Yo, sin ofender a nadie, me quedo con lo máximo de lo mínimo. Teclado y voz. Supongo que influya también, que en esa parte del concierto coincidieran la mayoría de las canciones que más me gustan en los cds. Vamos, que Tony y Francisco quedan absueltos de toda duda. Ahora bien… “De qué lado estás” es una absoluta celebración. Me encanta ese tema con ese aire de Soul tan rico.
Yo creo que el otro día en Santander, la chica prendió una mecha, creo que en unos años esa mecha se hará hoguera, no se cómo de grande, pero he visto el futuro plan de pensiones de Rebeca al calor de la tierruca. Parto de la base que no conozco la reacción de la gente en otros lugares, pero las sensaciones que tuve ayer, ya las he vivido aquí hace tiempo. Curiosamente, ella también estaba cuando lo que refiero comenzó a gestarse.
“He blindado tantas puertas en mi vida… solo he dado amor a los que no me querían, solo viste sexo donde dí poesía, ya se que mis versos en tu boca no riman, pero quiero besos que sean versos suicidas”… Ví ojitos en lágrima viva… no es para menos. En la próxima me vuelvo a subir.

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