Motores de largo recorrido

Martes 27 de febrero, el grupo Lucero presenta su último trabajo, Rebel, rogues, & sworn brothers en la sala Picos de Liérganes. Un disco producido por David Lowery (Cracker) y editado en nuestro país por Bitter Sweet Recordings, una exquisita porción del mejor rock americano de raices.

Al preguntarle a Ben Nichols (cantante y guitarrista) sobre las expectativas que tenía en su primera gira por España hablaba de que se había imaginado sitios con no mucho más de ocho personas viéndolos. La sorpresa ha debido ser bien grata. El otro día rondaríamos los ochenta aproximadamente. Me imagino que en el resto de las ciudades que están visitando habrá sido más o menos parecido, y es que Lucero, a pesar de tener seis discos a sus espaldas no eran muy conocidos más allá de su país. El éxito que están empezando a tener en España bandas similares como Drive by Truckers o Marah (el propio Ben comentó que eran más famosos aquí que en USA) ha encendido la curiosidad de la gente. Comprobar que tienen trabajos tan buenos como That much further west, Nobody’s darlings o el ya mencionado nuevo cd, también ha ayudado a crear una expectación por encima de lo que los músicos habían previsto.

Pues bien, la Sala Picos de Liérganes reúne las condiciones para que este tipo de grupos se sienta como en casa. Bien podría pasar por un bar de carretera de esos de madera y piedra que tantas veces vemos en las películas, (en versión mini, pero conservando la esencia). Sobre las 22.10 horas empezaron a sonar los acordes de That much further west, con ellos, la incertidumbre de ver si la calidad del directo se acercaba a la de los discos. Empezaron de manera bastante tibia, en la primera media hora no acababan de despegar. Sonaba algo bajo, faltaba pegada, contundencia. Tengo que reconocer que sentí algo de miedo.

Parece que poco a poco la duda se fue despejando y como esa lluvia ligera que empapa sin darte cuenta, en cuanto dejé de pensarlo me descubrí con una sonrisa en la boca y esa comodidad del que encontró su sitio y momento. Se hizo realidad la frase de B. N. de «cuanto más bebáis mejor sonaremos”. Para ser justo habrá que decir que debía pensar lo mismo sobre ellos, los chicos no pararon de beber en toda la actuación. El bajista John C. Stumbblefield parecía que iba a caer redondo de un momento a otro, tenía los ojos casi cerrados, su cuerpo se balanceaba de manera peligrosa, y más de una ocasión tuvo que apoyarse en la pared, eso si, no fallaba ni una nota.

Un sonido americano cien por cien se apoderó desde el principio de la sala, sonaba a local de ensayo, a maqueta, crudo y auténtico. Es cierto que se echaba de menos la aportación de Rick Steff, unos teclados y algún acordeón hubieran acompañado perfectamente, pero esa imperfección le daba más pureza. La voz de Ben Nichols pasaba como una lija a través de su garganta, el vehículo perfecto para que los oyentes dibujasen en su imaginación paisajes sureños y polvorientos, botas camperas y áridos desiertos, pequeños trozos de la cultura americana nadando en espuma de cerveza.

Canciones como Hate & Jealousy, What else would you have me be? o Sixteen descansaban casi siempre en los tiempos medios. Con temas como I don’t wanna be the one, Tonight ain’t gonna be god o Tears don’t matter much, sacaban su parte más animada. Dicen en la promo que es la respuesta de Memphis a Bruce Springsteen. Algo hay. El punteo de Brian Venable en I cant’ get us out of here dejaba el cielo a la altura de nuestras manos. Con Dirty old town acercaron a The Pogues a Liérganes. La soledad de Ben interpretando She wakes when she dreams, un bonito broche, pero no definitivo. El público pidió de manera insistente su ración de bises, Lucero los despacharon encantados.

Los americanos recogen en su piel tatuada pequeños recuerdos de su paso por el mundo. Brazos, muñecas, nudillos, todo les vale. Un castillo español o la fecha y ciudad (Gijón) de su anterior tocata, ya formaban parte de su colección. ¡Darán que hablar!

Santiago V. M.

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