Anoche Santander tuvo la suerte de contar con la visita de Sr. Chinarro. Año y medio después de su última visita, vino ayer a presentar su particular visión del mundo.
El lugar: el BNS, sala que se iba llenando tímidamente mientras Plastic Addict DJs caldeaban el ambiente con clásicos de ayer, hoy y pasado mañana. Casi una hora después del horario previsto (costumbre en los conciertos que se celebran allí), Antonio Luque salió a escena.
Comenzó interpretando temas de su nuevo trabajo, con semblante serio y distante. Incluso para ser él. Aparentemente incómodo por problemas con el sonido, consiguió ir dando forma a un concierto basado en los temas de El mundo según, nuevas composiciones que resultaban brillantes con la sencillez de su particular voz y la simplicidad de su banda: otra guitarra, bajo y batería fueron más que suficientes para que canciones como Gitana o Ángela brillasen con luz propia.
Luque estuvo distante, mucho. En ocasiones parecía estar de paso, a veces parecía estar a punto de caer presa de un repentino ataque de sueño. Ni una cosa ni otra afectaron a la intensidad de sus canciones. Él es así.
Aparente final del concierto, regreso al escenario y bises que terminaron con un rayo verde de fuego amigo, escuetas palabras de despedida (lo del plural es una forma de hablar), y esta vez sí, final de su actuación.
¿Veredicto? Luque no defrauda. Parece que su economía de energía y de movimientos se catapulta al interior de sus canciones, cobrando más vida que su creador. Su voz, sus fantásticas composiciones y sus brillantes letras convierten cada uno de sus conciertos en una noche a recordar. En Juvecant, su anterior visita, a pesar de lo distante del reciento, estuvo más cercano. Ayer, en una sala cuya acústica no convenció al sevillano -a pie de escenario no sonó nada mal, todo hay que decirlo- pudimos disfrutar de su universo particular.
Fotografías: Roberto Ortiz para ANDN.
Solo durante hoy:
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