La ley de Murphy

Elliot Murphy & Olivier Durand

Un concierto en una sala pequeña siempre es un riesgo y un reto. Un riesgo porque un aforo escaso -algo común en Santander- puede ofrecer un aspecto desolador. Un reto porque supone adaptar los temas a un formato más inmediato y cercano, acorde a las dimensiones del recinto.

Elliot Murphy y Olivier Durand sortearon con risas socarronas el riesgo, y superaron con nota el reto en su concierto del Rocambole en Santander. Con un llenazo hasta la bandera, sobre el escenario se vio una de esas lecciones de buen hacer que hacen antología.

Los primeros temas del concierto estuvieron marcados por la sorpresa. Sí, sorpresa del público ante la furia y energía que los dos monstruos musicales que acababan de pisar el escenario arrancaban de sus guitarras. Murphy -guitarra, armónica y voz- y Durand -guitarra y coros- se bastaban y se sobraban para dejar con la boca abierta a base de Rock, con mayúsculas y sin respiro, y aliñado con un poco de blues.

Unos temas despúes, cuando atacaron Green River, la audiencia se había recuperado del shock y dedicaba todos sus esfuerzos a disfrutar del espectáculo. Y mientras tanto, Olivier dejaba claro que no era un simple músico de acompañamiento, no era un segundón. Algunos de sus solos comenzaban a ser absolutamente incendiarios

The thrill is gone supuso un momento de relajación, sólo estropeado por la mala educación de quien no sabe cómo comportarse en un concierto. Parece mentira que la gente pague la entrada para ponerse a hablar a gritos durante el concierto.

Tema tras tema iban cayendo clásicos, intepretados de forma rotunda y sin tregua: Come on Luann, Ground Zero… las versiones también se seguían asomando al repertorio, incluyendo una demoledora jam con excusa del Sympathy for the Devil.

Con un público cada vez más entregado, con una actuación que se recreaba en todos los tópicos del rock (allí estuvieron esos saltos guitarra en mano, esos momentos de intimismo sin micrófono) el concierto, bis tras bis, ovación tras ovación, llegó a su final tras dos horas y media.

Elliot Murphy llegó y dio una bofetada de buena música a Santander, que la recibió despertando de su habitual apatía, y convirtiendo la noche en una fiesta. Memorable.

Fotografía: RTZ! (más)
Agradecimientos: Iraultza Producciones

4 comentarios sobre “La ley de Murphy”

  1. Buena reseña RTZ!

    A lo de ‘la mala educación’ en los conciertos vete acostumbrándote. Esto antaño me suponía serios problemas de concentración en los conciertos a los que iba, sobre todo con grupos a los que hay que prestar especial atención ‘auditiva’ (GSYBE!, MOGWAI, LOW…). Pero no queda otra que tratar de filtrar ese tipo de comportamientos…

    Salu2,

    – Rapid –

  2. pues si, en lugar de prohibir fumar deberían prohibir hablar o entrar a los memos que no callan en los conciertos.

    Por cierto Rotiz, ¿no serías tú el que dijo Mara que iba a mandar las fotos para mi artículo del Alerta?

  3. Hola! por fin alguien en el escenario a quien no le importa estar más horas de las consideradas “de cortesíaâ€?, divirtiéndose más si cabe que el público, no tocando por cumplir, disfrutando sobre el escenario sin acordarse de cuándo tenían previsto bajar de él. Daría lo que fuera por tocar así, y habría que bajarme de los pelos del escenario os lo aseguro. En cuanto a la “chacharaâ€? del personal… nunca lo entenderé por más veces que lo vea, pero hay más mala educación que sensibilidad…. que le vamos a hacer (será que les sobra el dinero). Es la 1º vez que doy señales de vida pero os sigo desde el summerfestival, enhorabuena, me entero de bastantes cosas gracias a vuestra pág.

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