El hermano pequeño del Azkena (Turborock 2011)


Foto: Roberto Ortiz (Rortiz)

Sarón estrenó el Turborock el pasado año con nota y dejando el camino abierto para una nueva andadura, sería injusto no recordarlo porque estuvo genial. Este año, Santander recogió el testigo y el festival se ha consolidado y ha sido un éxito rotundo e inapelable. La unanimidad es total. Primero, porque las bandas eran muy buenas, y había muchas de las muy, muy buenas, algunas míticas, incluidas reunificaciones sonadas. Segundo, porque el Espacio Santander ha sido un sitio maravilloso para acoger el evento. Sus instalaciones son relativamente nuevas, el sonido está a gran altura (quitando algún pinchazo el viernes), es un sitio diáfano y su capacidad de mil personas aproximadamente es lo más adecuado para este tipo de grupos. El concepto es de festival, pero sin perder el espíritu de sala, una sala grande eso sí. Tercero, porque Santander es una ciudad con mucho encanto y ha hecho un tiempo excelente, los visitantes se han ido bien contentos. Cuarto, porque la gente ha respondido y ha generado un ambiente muy majo, sin dar problemas. Aparte de todo esto y no menos importante… la jugada maestra de la organización. Una estrategia propia del mismo Guardiola… Abrieron toda la parte frontal del recinto, adelantaron algo el escenario quedando así todo a la vista, tanto dentro como fuera, podías salir y aprovechar la pequeña explanada de hierba, casi a modo de anfiteatro. Había algo más de aire y la gente podía elegir, amén de no apelotonarnos todos a la vez. Del mismo modo, la terraza de arriba tuvo barras, lugares de descanso, djs y un miniescenario para los cántabros Derrumbes y Soul Gestapo. Sólo subí una vez, pero con las sombrillas y tal, parecía una terraza de verano de alguna ciudad turística. No se qué hubiera pasado con lluvia, pero arriesgaron y ganaron.

The Tormentos abrieron la jornada del viernes 2, de una manera muy especial, ya que sonando las tres primeras canciones, todavía no podía entrar el público… era como si la prueba de sonido y set, fuera todo uno. De todas maneras, no me parecieron demasiado interesantes. No soy fanático de los grupos de Surf, pero otras cosas me han gustado más. Al final es como comer ajo, repite demasiado.

Nu Niles desde Barcelona ya empezaron a gustarme, Rockabilly del clásico pero con una sensación de una vuelta de tuerca más… canciones que intercalaban el inglés y el castellano y un buen calentamiento de hombros y caderas para todo lo que faltaba. Me recordaron en algún momento a Loquillo y los trogloditas. (Qué bonita la Danelectro).

King Salami & The Cumberland Three se dedicaron a repartir pildorazos de rock-soul clásico festivo y apresurado. Maracas y plumas de indios, bailes simiescos y mucha pose. Los músicos que estaban entre el público, coincidían todos en que además de la parafernalia, tocaban muy bien. Yo disfruté lo justo, sin entregarme apasionadamente.


Foto: Gonzalo Valencia (Loxza)

Entre grupos, la gente aprovechaba para salir, echar el pitillo, esparcirse, sentarse en el prado, cambiar el agua al canario y ese momento de socialización tan importante en estas celebraciones comunitarias. Emitir juicios de los conciertos, valorar el fichaje de Cesc, comentar el viaje de vacaciones y sobre todo, toneladas y toneladas de conversaciones musicales. Aquello era una mezcla entre el foro del Azkena y el de Alnortedelnorte, salpicado de amistades varias de aquí y de allá, músicos locales y foraneos, promotores… una gran familia rocanrolera. Había un ambiente muy especial.

Con The Sadies tuve esa sensación clara de que en el último interludio, el escalón que subíamos era mucho más grande que los andados hasta ahora. Eran palabras mayores y eso no hace falta explicarlo, se nota en cuanto están encima del escenario. Me gustan más cuando se ponen psicodélicos que cuando le dan mucho trote al rockabilly más instrumental. Prefiero las guitarras cristalinas, las voces fundidas, la parte más épica y misteriosa. Las progresiones en estos temas son unos bellísimos viajes. La escuela de los Flying Burrito Brothers, Grateful Dead y esas cosas. Sus levitas eran fantásticas.


Foto: Roberto Ortiz (Rortiz)

Gigolo Aunts nunca se separaron oficialmente pero a los efectos es lo mismo porque llevan años sin grabar y sin tocar. Pues bien, tuvimos el lujo de que pasaran por el Turborock. Creo que convencieron a todo el mundo y sonaron muy bien. El powerpop de las guitarras felices. Canciones a cuatro voces incluso y efectivamente, todo el mundo puede volar. Con temazos así como para no. Se da la circunstancia además que vinieron a la vez los dos guitarras de las diferentes etapas de la banda (Phil Harley y Jon Skibic) así que había tres guitarras allí arriba. Where I find my heaven, The Big lie, o The Girl from yesterday (versión de Nacha Pop) son totalmente irresistibles, los 90 de golpe en mi corazón. La banda sonora de mi juventud. Todo un placer. Espero que no tarden mucho en volver.


Foto: Roberto Ortiz (Rortiz)

Matthew Sweet celebraba el 20 aniversario de su disco “Girlfriend”. Si querías taza, tenías taza y media. Mateo el dulce cada vez está más abandonado, su exceso de kilos y sus pintas playeras no le sientan demasiado bien, pero sigue cantando cojonudamente y empalmar seguido de los Gigolo, la revisión de un disco tan mítico e influyente, sólo podía salir bien. La parte más durilla del publico del Turbo, tenía que esperar al día siguiente o amoldarse. M.S. venia con Velvet Crush de banda, pero le faltaba el guitarra y bajista de las últimas giras que le ví. Tres guitarras daban más caña, pero imagino que no se requería ahora. Matthew combinó temas más rockeros como la que da título al disco (esas guitarras parecen de los Stones) con temas más melosos como I’ve been waiting o You don’t love me que son canciones con las que dan ganas de abrazar a todo el mundo, y no sólo chicas. Hacen que te reconcilies con el mundo. Pues sí, una intervención divina y de remate un himno como Sick of myself que ya desbordó el vaso del éxtasis colectivo. Entiendo que hay quien muera de placer.

Nada Surf dieron un buen concierto con un mal sonido y un repertorio que me pareció buenísimo. Aparte de las dos versiones que le pedí a Daniel en la entrevista previa al festival (Evolution de Mercromina y Love goes on de los Go-Betweens), la maravillosa 80 windows, See this bones, Fruit Fly, Killian’s red, Always love… joder, es que son muy buenos. Las dos o tres primeras canciones al lado de la mesa con un sonido horrible, si avanzabas la cosa mejoraba. Es curioso porque fueron los únicos del viernes que traían su técnico. Reconozco que ya a esas alturas, andaba más que desmadrado. Estos cuatro últimos grupos seguidos es como pedir la carta a los reyes y que te traigan todos los regalos.


Foto: Gonzalo Valencia (Loxza)

Man Or Astroman y su Surf espacial no me dijeron nada especialmente, si bien después de vaciarme en los últimos conciertos y llevando desde la 6:30 de la mañana de pie, fue salir del trabajo y llegar al festival, seguramente la culpa fue mía. En algún momento el cuerpo desconecta, se pone modo off. Yo después de tanda tunda, sólo esperaba la cama, pero seguimos comentando, quejándonos y felicitándonos por todo.

Monasterio Djs hicieron que la espera mereciera la pena y empalmaron una serie con Posies, Manic Street Prechers, Primal Scream, Screaming Trees y The Cult, que hubiera firmado yo mismo. (Lástima los problemas con las mesa).

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

El sábado por la mañana el cuerpo está molido, no se duerme ni las mismas horas, ni del mismo modo. Ya no tenemos edad, pero voluntad todavía menos. Creo que en estas situaciones, y lo tengo comprobado, la única manera de volver a reconstituirse es empezar otra vez con los conciertos.

Layabouts era la propuesta ideal para despertar. Unos auténticos cabestros tocando. Me pusieron para atrás la melena que no tengo. Además de potencia y volumen, las cosas suenan en un interesante orden. No se embarullan, no molestan. Es curioso porque van a saco. Encima se les ve predisposición, a una hora bastante mala (16:45) y con poca gente todavía, da la sensación que ellos perpetran su muestrario salvaje y directo con la misma fiereza y determinación que si hubieran sido cabeza de cartel. Lo cojonudo del tema es que siendo atronador y teniendo la sala casi vacía, el sonido era bastante mejor que la primera parte del concierto de Nada Surf, por ejemplo. Meritorio.

Jesse Malin venía anunciado con su banda St. Marks Social. Debieron pensar que con los de D Generation tenía bastante y aquí salió con el acompañamiento mínimo de un músico más. En plan acústico. La verdad es que el artista tiene pellizco, duende… a tenor de su música debería ser rebautizado como Jesse Buenín. Aquí las canciones valen por lo que son, por estar presentadas de la manera más primitiva y tradicional. El único “pero” es que se disfrutan más en sitios más recogidos. La presencia del acompañante era de lo más peculiar, un chico algo blandito con una mirada entre tierna y terrorífica. Cuando hacía los coros, parecía que directamente le cantaba a Jesse, tenía cara de “Fan fatal”. Lo mismo lo conoció después de perseguirlo durante años. Tras un generoso speech, Jesse acompañado solo por el micro bajaba del escenario y nos pedía a todo el mundo que nos sentáramos alrededor de él. Nos regaló un Bastard of young mirándonos a los ojos e intentando repartir y salpicarnos con su talento (un poquito a todo el mundo), que fue para pedir el babero. Aquí el silencio duele, paras de respirar y notas un calor inusitado en el corazón, tienes que tragar saliva… Impresionante. Puede que el momento del festival. Este chico me recuerda mucho a Ryan Adams o Joseph Arthur y gente de ese pelo… casi nada.


Foto: Gonzalo Valencia (Loxza)

Con The Del Lords saltó la banca. En disco me habían gustado mucho, pero en directo lo superan. Hay quien me dijo que sonaba a Orquesta de rock & roll en fiestas de pueblo. Si es así, quiero que vengan muchas orquestas como esta. A mí, más bien, me pareció al contrario, por técnica y gusto, por clase y equilibrio, me parecieron mejores que muchas bandas de su pelo. Cuando la música tira una cuerda a tus sentidos y te arrastran al ritmo justo, preciso, cuando la mejor virtud es el control de ese espacio sonoro y ese tiempo, cuando las intensidades fluctúan gemelas con tu estado de ánimo… poco queda que decir. Con grupos así vas seguro, nunca descarrilas. Encima del escenario gente de los Dictators, Cracker, Yayhoos… Scott Kempner llevaba la voz cantante pero Eric Ambel también cogió el micro en tres temas aproximadamente. Para mi fue purita “crema”. Yo diría que lo mejor de los dos días.


Foto: Roberto Ortiz (Rortiz)

Buzzcocks reventaron las sala con su punk-rock rompecuellos y espasmódico pero no exento de buenas melodías pop. A mí es un grupo que ni me va ni me viene y hubo un momento que notaba los ojos vidriosos. Allí había magia, la conexión entre público y grupo era total, no siempre pasa y cuando se produce es genial. Ever fallen in love era la misma imagen del desparrame y la alegría. Incluso los pogos eran saludables y no violentos. Con Orgams Addict y un “muchas gracias amigos” cerraron una actuación espectacular que incluso hubiera merecido bis por la cantidad de aplausos que se escuchó. Yo nunca había visto en un escenario un gran reloj colocado en alto a la vista del grupo. Imagino que la labor del regidor así es más fácil y evita que los grupos se emocionen en exceso, pero yo estaba tan a gusto que no deseaba que ese aparato marcara las horas.


Foto: Roberto Ortiz (Rortiz)

Con Urge Overkill a la vuelta de la barra me encontré sólo. Un momento y mis amigos habían volado, tuve que atender al concierto alzando el cuello aquí y allá y al final yo creo que acabé desconectando en cierta manera de lo importante. Después de media hora en la que no acabé estando cómodo, salí al baño y a la vuelta encontré a mi grupo. Ya no regresé, seguí la tocata desde el prado. Está comprobado que no se pueden estar a tantos conciertos con el 100% de concentración. Y desde allí degusté mi favorita Bottle of fur. (No se puede tener todo).

The Bellrays fueron una auténtica apisonadora. Nos dejaron sin zumo, bien exprimidos. Totalmente apabullantes, excesivos hasta el abuso. De otro planeta. En Santander su parte más amable, más soul, quedó sepultada por ese punk garagero, incendiario, nervioso y visceral. No noté la ausencia de Tony Fate, con Bob Vennum las guitarras están a salvo. La base rítmica es abrumadora y Lisa Kekaula es un animal del escenario con una voz salvaje. La sensación podía ser similar a un chorro a presión atravesándote los tímpanos de lado a lado. La descarga sónica te atraviesa pero no te parte, es circular, regresa una y otra vez. Es como estar en el epicentro de un ciclón. Lisa casi se deja las entrañas alentando al personal al grito de «This is the fuckin Saturday Night, Motherfuckers». Creo que sólo había una treintena fuera de la sala en el momento que ellos actuaron.


Foto: Gonzalo Valencia (Loxza)

D Generation era una de las reuniones más esperadas por la gente. No es lo mío y ya estaba un poco fuera de juego así que los seguí desde la distancia. No me molestaron, chispeantes… rimel, cuero, posturitas y trallazos punk rock sin demasiadas complicaciones. Jesse Malin se trasforma con esta banda y da su cara más “Rock & Roll Star”. Esta vez tuvo el valor de cantar subido a la barra.

Con Slim Cessna´s Auto Club andaba ya para el arrastre y supongo que el hecho de haberlos visto hace escasos meses en el Black Bird influyó para que no me preocupara mucho por acercarme. Quizás muchos conciertos. Desconozco si llegarían a la nota que dieron en su última visita, pero complicado me parece.

En conclusión, uno de los eventos musicales más importante que ha tenido la región. Ha nacido una especie de “hermano pequeño del Azkena” y parece que va a continuar así. Hay muchas coincidencias, grupos de la misma onda, unos cuantos han pisado ya el ARF, un público común y la celebración en Septiembre, ocupando el hueco que ha dejado el festival vitoriano hace escasos años. Imagino que para Last Tour será un orgullo que se identifique el Azkena como algo similar a un sello o marca registrada, con una trayectoria hecha y que puede servir de modelo a otras propuestas. Aquí la diferencia está en su concepto más reducido y familiar y con vocación de conciertos de sala. Esperemos que perdure. Las barras han funcionado, los precios eran aceptables, la comida tenía una pinta bastante cañera. Para la siguiente edición se podría mejorar el tema de los servicios que han quedado escasos para los chicos (por una vez, las mujeres lo tenían mejor). Creo que con unos portátiles de esos de tres a la vez se puede desahogar más la cosa. Habría que tener un “Plan B” por si llueve e intentar que el sonido se parezca más al del sábado que al del viernes. Y otra cosa, Soul Gestapo tenían que haber tocado abajo.

Texto: Santiago V.M. (Stoner)

Más fotos del TurboRock! de Roberto Ortiz y Gonzalo Valencia

Un comentario sobre “El hermano pequeño del Azkena (Turborock 2011)”

Los comentarios están cerrados.