El concierto según Sr. Chinarro

Sr. Chinarro en el C.C. Doctor Madrazo

Dentro de la programación de El Ciclo de Gulliver, ayer pudimos presenciar el directo de Sr. Chinarro, poco después de haber editado su nuevo y fantástico trabajo: Ronroneando. Se podría caer en el chiste fácil, y decir que para llenar un concierto en Santander basta con ir reduciendo el aforo; en realidad, la sala del Centro Cultural Doctor Madrazo (con apenas 100 localidades entre sus dos pisos) además de asegurar el llenazo en una cita así, permite disfrutar de la música en un ambiente íntimo, muy íntimo.

Y eso, con alguien como Sr. Chinarro, es tan interesante como peligroso. Es interesante porque permite disfrutar de sus canciones desnudas, cercanas, directas. Es como si se pusiera a cantar en el salón de nuestra casa. El peligro viene de que Luque es mucho Chinarro, y viceversa. Una persona como él, que ya es tímido sobre cualquier escenario, se muestra vergonzoso hasta límtes insospechados cuando las distancias se acortan tanto.


Con un ligero restraso sobre la hora de inicio prevista, Antonio Luque salió al escueto escenario. Saludó en dos palabras dirigidas al cuello de su camisa, empuñó la guitarra, y se puso a desgranar, uno por uno, los temas de su nuevo trabajo. Todos seguidos. Ni una palabra dirigida al público, salvo algunos tímidos y rápidos «gracias». Sólo tras unos cuantos temas reconoció que estaba cambiando el setlist, y tomando la impopular medida de interpretar todo su nuevo disco al principio del concierto. Después, siguió a lo suyo.

Ronroneando es un disco fabuloso, aunque sigue en la línea abierta en los últimos años de hacer canciones más festivas y accesibles. Así, Luque es un genio que corre el riesgo de terminar siendo comprendido. Estas nuevas canciones le sentaban en formato acústico como un traje nuevo: elegantes y de buena calidad, pero se notaba que eran recientes, que aún no se sentía del todo cómodo con ellas. Además, su voz no le acompañaba. Inmenso en los graves, como siempre, las notas más altas de sus melodías le requerían un esfuerzo que parecía doloroso en muchos casos. Lástima.

Tras el repaso a Ronroneando (que no duró más de media hora, como el disco), atacó los principales temas de su anterior álbum, El mundo según. Interpretaciones que se notaba que tenía más trilladas, y coros por parte del público al tratarse de estribillos más conocidos animaron en buena medida el concierto. Y cuando la cosa comenzaba a caldearse, se despidió y se fue.

Otra, otra, y volvió. Lo hizo con un guiño al pasado más cercano, si es que se puede llamar pasado a El Fuego Amigo. 2 besugos fue el tema más antiguo que interpretó en toda la noche, después volvió a El mundo según, con un par de temas más, y se volvió a despedir, esta vez de verdad.

Breve, tímido, y con un repertorio reciente, pero cargado de sus habitales perlas. Una pena que dejase de lado el resto de su dscografía. Pero ese señor que se puso a tocar en el salón es así. Y si alguien salió decepcionado es que, o no le conoce, o no le gusta.

Fotografías por Loxza

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