El ángel errante

Textos: Borja Gutiérrez Gago
Grabados: Enrique Salesa Amarante

-“Ha pasado un ángel”- Dijo casi como un susurro. Un fino hilo de risa, que se escapaba de su boca, rompió el incómodo silencio. Nos habíamos quedado mirando el uno al otro durante un indeterminado lapso de tiempo. No había dejado de sonreír mientras me miraba… y era cautivadora. Sus suaves y verdosos ojos me habían atrapado desde el primer momento.


-“No, no ha pasado un ángel”- pensé en voz alta –“creo que el ángel sigue aquí, mirándome con ojos verdosos…”-

Apenas no había terminado mis palabras cuando su rostro, extremadamente blanquecino se tornó gradualmente rosáceo. Agachó su mirada, esta vez con una leve sonrisa. Tan solo habían pasado unos minutos desde que la había visto por primera vez y ya casi podía sentir latir su corazón mientras me acercaba.

Hacía tanto tiempo que no me sentía así… habían quedado lejanos los recuerdos de cuando las primeras luces del amanecer me maravillaban con sus destellos de color rojizo y anaranjado.

Enrique Salesa Amarante

Aquella tarde otoñal me encontraba paseando por un viejo cementerio abandonado, con mi soledad, añorando sentir el calor de alguien a mi lado.
Fue entonces cuando, como un ángel, se me apareció. Su tez blanquecina me hizo pensar por un momento que era un espectro, una alma en pena, que vagaba sin rumbo fijo por lo que podría ser su última morada. Pero no… en cuanto se giró y me miró, vi en su sonrisa que no era un espectro… solamente se trataba de un ángel. Había esbozado yo también una sonrisa, no me atrevía a hablar para no romper la magia que estaba viviendo en aquel momento con mi desconocida. No quería que aquel ángel dejase de sonreír y se alejase de mi.

-“Ven”- su voz sonó en mis oídos como el susurro de un hilo de viento entre las hojas marrones que teñían el suelo.

La miré a los ojos de nuevo, -“¿a donde…?”-…

-“pssss… mira”- volvió a susurrarme y me tendió su mano. Apenas la hube cogido comenzó a andar entre los caminos de aquel viejo y abandonado camposanto, entre árboles, maleza y lápidas. Mientras avanzaba por los senderos cubiertos de hojas, agarrada a mi mano, sonreía y reía como la niña que ha encontrado algo nuevo con lo que jugar, pero a mi me agradaba… se daba la vuelta hacía atrás para sonreírme mientras tiraba de mi mano ante mi mirada fascinada y sorprendida.

-“Mira”- susurró mientras se detenía ante una cripta. La miré perplejo. No entendía muy bien que es lo que quería.

-“Mira” – volvió a increparme, mientras me señalaba el suelo. Ante mis ojos contemplé la más preciosa de las flores que había visto en toda mi vida. Era una rosa negra, fresca, fastuosa.

-“Pero… ¿cómo es posible que casi en invierno…?”- hice ademán de agacharme para tocar la bella flor, pero su suave y fría mano me detuvo…

-“Psssss, no la despiertes… duerme” – su voz se clavaba en mi cabeza casi tanto como sus pupilas. Y volvió a sonreírme dulcemente.

La devolví la sonrisa y la acaricié la mano tiernamente… me temblaba la voz y no me atrevía a hablar… No quería decir nada que estropease ese momento, pero necesitaba saber su nombre, de dónde era, que hacía allí y porqué me llenaba tanto…

-“¿Tenéis nombre? ¿Os puedo llamar de alguna forma?…”- Tras mis palabras ya no era solo la voz lo que me temblaba. Me miró de nuevo fijamente, pero ya no adornaba su boca una sonrisa. Mi miró tristemente. En ese momento una lágrima que dejó escapar de sus hipnóticos ojos verdosos se mezcló con las primeras gotas de lluvia que cayeron sobre nuestras cabezas. Me empujó suavemente hacia el interior de la cripta y acercó su rostro al mío hasta que mis labios pudieron sentir los suyos en un suave roce. Me miró de nuevo fijamente a los ojos y lo repitió. Luego volvió a sonreír.

-“¿Te ha gustado mi nombre?”- me preguntó con su dulce sonrisa, de nuevo entre susurros, rozando mi oreja con sus labios.

-“ Es el nombre más bonito que he sentido nunca…”- Ya no me temblaba la voz, pero notaba como me ardía el pecho.

El ángel explotó en risas y me acarició la mano… cuando me disponía a besarla de nuevo se apartó y me susurró al oído…

-“Se acerca una tormenta… ¡corre bobo!”

Salió corriendo por los senderos e intenté en vano seguirla mientras escuchaba su risa. La lluvia se había cerrado y apenas se podía ver bien el camino… hasta que llegué a la entrada de aquel cementerio abandonado. Miré a mi alrededor en busca de mi ángel, pero no hallé respuesta a mi ansia. Solo la verja entre abierta. A cada gota de lluvia que mojaba mis ojos notaba más cerca de regreso mi soledad y más alejado a mi ángel.

A la mañana siguiente decidí volver. Ver si ella estaría por allí, o en su defecto, buscar cualquier pista o dato que me pudiese facilitar su búsqueda. Aún recordaba el sabor de sus suaves labios junto a los míos y su sonrisa cautivadora en mi cabeza. ¿Quién sería? ¿De donde vino? Era tan joven y bella. Ojalá pudiese volver a ver su sonrisa…

Me dejaba llevar por cada débil paso que daba, errante entre los diferente senderos del aquel lugar, mágico ayer y ahora extrañamente sombrío. Apenas recordaba por donde me había llevado mi ángel el día anterior. Me había dejado llevar por su mano, sin apartar la mirada de su brillante pelo dorado y sus ojos verdosos, con su risa grabada en mi cabeza. Caminaba tan ensimismado que no me daba cuenta de a dónde me llevaban mis pasos hasta que me di de bruces contra un árbol centenario. Caí torpemente al suelo. Me quedé tumbado. Abrí los ojos y contemplé lo orgulloso que se elevaba erguido, destacando entre cruces, lápidas y criptas. Por unos minutos permanecí en el suelo, sin demasiadas ganas de levantarme, para proseguir mi búsqueda desesperada. Y lo vi. En cuanto lo vi me di cuenta. Era la cruz de la cripta de ayer, la que coronaba la cúpula del techo… estaba seguro. Esa era la cripta donde ella me dijo su nombre, nombre que había sentido en mis labios y aún sin saber pronunciarlo perduraba en mi memoria.

Me dirigí hacia la cripta con pequeños pasos. Tembloroso, pensando que ella podría estar cerca. Quizás observándome escondida o quizás esperándome con el mismo ansia que yo la buscaba a ella. Pero cuando llegué a la entrada comprobé que no estaba… no solo ella, sino que también faltaba la preciosa flor que me mostró. No había ni rastro de la rosa negra. El resto del entorno también me resultaba extrañamente diferente, todo se encontraba más sombrío, y la entrada a la cripta donde me besó, se encontraba sellada con un enorme cerrojo, cubierto de orín y polvo, como si nadie lo hubiese tocado en siglos. Me arrodillé para buscar restos de la bella flor, en el lugar donde me la mostró. Pero todo fue en vano. Cansado y confuso me senté en la polvorienta escalinata que subía a la entrada de la cripta. Intentando recordar si me habría podido equivocar, si realmente aquel era el sitio que me mostró ayer mi ángel… o si fue todo un sueño, un delirio más dentro de mi melancólica soledad. No tardé en darme cuenta que en la escalinata había una inscripción, casi enterrada por la tierra y el paso del tiempo. Impulsivamente sentí la necesidad de saber que es lo que allí estaba escrito y comencé con la ayuda de un pañuelo a limpiar el escalón… “A la flor más bella de mi jardín, que ahora duerme 1856-1873” Esa era la inscripción que rezaba en la entrada. Ya no tenía ninguna duda. Ese era el lugar.

Agarré una de las piedras que se encontraban en el borde del camino y me dirigí hacía el cerrojo lleno de herrumbre. Miré a mi alrededor, para asegurarme que no habría miradas indiscretas sobre la acción que me había planteado llevar a cabo durante los breves momentos que había estado sentado en la escalinata. Levanté la mano sujetando firmemente la piedra y golpeé repetidas veces, hasta que el oxidado y herrumbroso cerrojo cedió con un sordo quejido. Tomé aire. Me adentré en las entrañas de aquella misteriosa cripta. Era preciosa. Una tenue luz de colores entraba por la vidriera del rosetón que coronaba la entrada a la misma. Las estatuas de dos ángeles de piedra velaban una lápida, cubierta de polvo posado a lo largo de los años. Me arrodillé y con la mirada fija hacia el infinito, varias lágrimas escaparon de mis ojos, recorriendo mi rostro hasta gotear sobre el polvo del suelo. Ahora ya sabía la verdad. Sentí su mano sobre mi hombro.

-“Te amé hace tanto tiempo…” – la dije sin apartar mi mirada en un punto fijo en el infinito, tratando de recordar hechos que no podía, porque pasaron en otra vida, aunque mi alma si los recordaba, y la recordaba a ella.

Mi ángel acercó sus labios a mi oreja y dejó caer un susurro…

-“No te angusties, mi vida. Soy solo lluvia caída. Un dolor suave que nunca alcanza tu corazón.”
Cerré mis ojos y noté sus cálidos labios sobre mi mejilla. Mi pecho comenzó a arder de nuevo tras su contacto. Cogí aire. Abrí mis ojos y me incorporé. Ella ya no estaba allí, pero podía sentir todavía sus labios sobre mi rostro. En silencio dirigí mis paso a la salida. Las primeras gotas de lluvia golpearon mis ojos, pero no las sentí. En mi cabeza se repetía su susurro, una y otra vez: “Solo soy lluvia caída, un dolor suave que nunca alcanza tu corazón”. Entonces noté como la soledad había abandonado mi alma, que habita en el corazón.
Todos los años regreso una tarde de otoño para pasear por el viejo cementerio. Mis pasos siempre me llevan al mismo sitio, y siempre me quedo meditando en silencio, frente a cierta cripta en la que dejo caer una rosa negra frente ante la puerta. Y durante un breve instante siento que la lluvia no me moja… y me arde el corazón…

6 comentarios sobre “El ángel errante”

  1. Omfg!! Hace mucho, mucho tiempo, leí este increíble relato en un foro que ha anidado en las sombras de mi mente. Ya no recuerdo ni vagamente su nombre… Sólo que estaba caracterizado por un fondo negro.

    Y, sencillamente, no resistí la tentación de archivarlo en mi PC aquel día. Ha estado ahí, guardado como un tesoro, durante todo este tiempo =)

    Mis más sinceras felicitaciones al autor; desde mi punto de vista, si algún día publicas un libro (no sé si has tenido el honor de hacerlo ya), merecerá la pena leerlo. Y cuenta conmigo para adquirirlo en la tienda más cercana.

    Sigue escribiendo, por favor =) Hay gente, como yo, que disfruta enormemente con tus palabras tergiversadas en literatura.

    Yuki

  2. TEngo entendido que existe un libro con ese titulo y nada tiene que ver con lo aqui escrito, ando buscando el autor del otro libro, escrito hace muchos años atras y me pregunto si por casualidad usted lo sabe. Muchas gracias por su respuesta y exito!

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