Siendo un gris profesor de química, padre de un hijo minusválido y con un pluriempleo lavando coches, que tu mujer se quede embarazada nuevamente no es una buena noticia. Pero es excelente comparada con que te diagnostiquen un avanzado cáncer pulmonar cuando nunca has fumado. La rabia y la impotencia te empujan a dejar el trabajo de lavacoches, lo que no te beneficia en nada económicamente. ¿Cómo conseguir dinero para mantener a tu familia cuando tú ya no estés? ¿O para poder comprar medicamentos? Pues cocinando metanfetamina.
Este es el arranque de Breaking Bad, serie norteamericana que actualmente está en la segunda temporada en USA y que acaba de comenzar a emitirse doblada en Paramount Comedy.
El profesor Walter White conoce al dedillo los procedimientos químicos para preparar la droga, e incluso dispone del instrumental necesario en el laboratorio del instituto donde imparte clases, pero necesita un contacto que conozca el mercado. Ahí es donde entra un díscolo ex alumno, llamado Jesse Pinkman. Evidentemente, llevar esta doble vida deriva en un comportamiento errático y confuso que extraña a su mujer, que no sabe qué hacer. Su círculo social se completa con a su cuñada cleptómana y su cuñado, que para complicar aún más las cosas es agente de la DEA.
Si bien la sinopsis parece cercana a una sitcom más al uso como Weeds, Breaking Bad tiene más mala uva del estilo de Californication; incluso en lo que se ha podido ver en su segunda temporada, ha dado un pequeño giro tarantiniano: Excelentes ingredientes, en suma. Aunque, además del original guión, la serie destaca por la magistral interpretación de Bryan Cranston; su gran trabajo es aún más significativo si tenemos en cuenta su histriónico historial -en papeles ideales para Jim Carrey- como el padre de Malcolm o como arquitecto desquiciado en Cómo conocí a vuestra madre. Todo lo que eran muecas y espasmos que le podían haber encasillado, ahora es tensión dramática en un rictus digno de un Harry El Sucio con problemas de autoestima.
Fotografías: Blog de AMC TV.