Wilcojonudos


Foto: Borja Vera

Empezaré diciendo que después de lo que vi este domingo 11 de noviembre en el Palacio Euskalduna de Bilbao, nada de lo que yo escriba podrá acercar mínimamente lo allí vivido a los que no estuvieron. ¿Cómo cuento yo ahora lo que pasó?, ¿Qué palabras podrían definir lo que solo se puede sentir?. Fue algo grandísimo, incontestable, de otro planeta. Es de esos conciertos que pasa por derecho propio al podium de los mejores momentos de una vida. Dentro de diez años lo seguiré recordando, algo tan especial como cuando ves a los Stones o a Springsteen la primera vez, o compruebas como Nick Cave y los Bad Seeds se comen un Fib enterito. Comparable a la presentación del Ok Computer de Radiohead, a los Posies poniendo patas arriba el Antzokia… en fin, un grupo de otra división, en su mejor momento, haciendo un concierto al alcance de divinidades no terrenales. Algo verdaderamente descomunal.

Lo primero de todo, sería agradecer a la promotora Get In el gusto de traer al grupo y la estupenda ubicación que me dieron. Aquello era como estar en el cielo. Una especie de palco un poco ladeado y elevado ligeramente, un altura ideal, (se veía de cojones). Parecía como si estuviéramos suspendidos en el aire, vigilando los movimientos del grupo desde la mejor perspectiva. Es curioso, pero llegué a alegrarme de estar viéndolo allí, sentado, sin poder dar saltos ni tragos. Nada desviaba mi atención de lo fundamental, solo tenía que sentarme cómodamente y abrir bien los ojos y las orejas.

La noche empezó con Smile (sustituyendo a Richard Swift). La banda de Getxo ya se encargó hace poco de telonear a los Waterboys. Nacieron cuando su solista John Franks, inglés afincado en Bilbao desde su infancia, reclutó, a principios de los noventa, a miembros de Gravestones y Little Fish.

Este año han editado «Painting the sun one colour” y en aproximadamente media hora, dieron cuenta de unos cuantos temas de corte folk-rock y pop con cuidados juegos de voces y las guitarras acústicas tomando casi todo el protagonismo. Cumplieron perfectamente con su papel de telonero y no se amilanaron ante una cita tan importante. Cerraron con una gran versión del Teach your Children de Crosby, Still & Nash. Solo hubo un “pero”, el sonido de la batería rebotaba por todo el auditórium y resultaba bastante molesto, además de teñir las canciones de cierta repetición. De la mano de Wilco, se esfumó el incómodo chasquido replicante.

A las 22:00 horas Wilco salieron a escena.. Jeff Tweddy con sombrero en plan Dylan comienza con Sunken Treasure, una misteriosa sensación me engancha y estruja la “patata”. Ya vislumbro que la noche va a ser diferente, mágica.
La canciones se van sucediendo una detrás de otra como si fueran las últimas de la noche. Con la intensidad del que se reserva lo mejor para el final. Tuve esa sensación desde el inicio. Los músicos debieron pensar, “vamos a hacer algo por lo que se nos recordarán de por vida”. El repertorio, el sonido, la pasión, la emotividad que desprendían… no se puede hacer mejor.

El espíritu de Beatles, Velvet Underground, Neil Young sobrevolando sobre los de Chicago. Ahora son mucho más, un grupo con identidad propia, sello de calidad intransferible y un directo impepinable, con un punto de experimentación e irreverencia genial. Mi cuerpo pegado al asiento, mi risa está floja, tengo los ojos húmedos, no puedo con tanta inmensidad, me siento pequeño, débil. El alma se zambulle en esos viajes sónicos que agitan todos tus sentidos sin remisión. Los latidos me ponen alerta, siento el hormigueo de un brazo al otro, me sube un extraño calor que delata mi estado de shock y vuelvo a maravillarme de cómo la música, provoca en mi unos efectos tan devastadores.
Las guitarras de Nels Cline lloran y chillan como pocas. El larguirucho suelta toda la rabia, abre los surcos más profundos. No tiene límites.
¿Qué decir de el batería Glenn Kotche?. ¡Vaya virtuoso!. Técnica, pegada y originalidad. De lo mejorcito que he visto.
Jeff Tweedy canta como le da la gana, de una manera natural, sin alardes innecesarios. John Stirratt (bajista), se ocupa con gran solvencia de los coros. Mikael Jorgensen y Pat Sansone (también a la guitarra eléctrica) se encargan de la parte más sinfónica con teclados a ambos lados del escenarios. También suena xilofones y ruiditos varios.

Esta maquinaria engrasada como lo está a día de hoy, es totalmente imparable. Ejecutan las canciones con una precisión que asusta. Te llevan de la luz al caos en cuestión de segundos. Son incisivos, intensos, excesivos en muchas ocasiones. Lo que en un concierto normal pueden ser grandes canciones con dos o tres momentos puntuales de genialidad , en este se convirtió en el monólogo de la excelencia. Composiciones como Radio Cure, Heavy metal drummer, Jesus,etc, Via chicago, Handshake drugs, Impossible Germany, Sky blue sky, War o war, I am trying to break your heart, Side with seeds, A short in the arm o Hummingbird son mucha tela para cortar, demasiada. La guinda final con Spiders, la gente totalmente entregada y cinco o seis insurrectos que se suben al espacio que separa el escenario de las butacas. Los de seguridad pasando por momentos de crisis para controlar el mini-levantamiento, Jeff literalmente “acojonado” y la totalidad del Palacio puesto en pie con la emoción totalmente desbordada y acabando durante cerca de cinco minutos a ritmo de aplausos. Las palmas silenciaron la música y el grupo dejo de tocar para acabar de la misma manera que sus entusiasmados seguidores. La aclamación con la que silenciamos entre todos ese final fue totalmente majestuoso. Quedará en mi retina toda la vida, me llevaré la huella para siempre. Supongo que la banda también.
Conciertazo que no se quiso perder nadie, vi a un buen número de músicos entre los espectadores. Quique González, Fernando Macaya, Karlos Arancegui, Charly Bautista, Mikel Erentxun, la gente de Lisabö, Standard… y claro está algún miembro local de bandas como Soul Gestapo o Gurb.
Para mi, el concierto del año.

2 comentarios sobre “Wilcojonudos”

  1. Una pasada. Mención especial debe hacerse al incomparable escenario, vamos que si hay un cielo de los auditorios debe de ser así. Yo también podré decir a mis nietos eso de: «Yo estuve allí cuando Wilco hizo el concierto perfecto».

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