Surfin’ Bichos revisados

En el 2006, doce años después de su separación oficial, Surfin’ Bichos se reúnen para tocar en directo. Dicen que sólo van actuar en cuatro festivales (el último de ellos en el Wintercase, con lo que tuvimos la oportunidad de verles muy cerquita, en Bilbao), tras lo cual sus componentes volverán a centrarse en sus proyectos actuales. ¿Cumplirán su palabra, o les veremos en gira de nuevo el año que viene? Eso de momento no podremos saberlo. De cualquier forma, este es un momento tan bueno como cualquier otro para revisar la historia de uno de los grupos más grandes que ha dado el rock y el pop en castellano en las últimas décadas.

Los orígenes

A primera vista, Albacete parece un lugar en medio de la nada, una ciudad anodina como cualquier capital de provincias, de la que parece extraño que pueda salir nada significativo. Pero, afortunadamente para los que vivimos en un sitio de provincias, las cosas no siempre son lo que parecen. A mediados de los 80, Fernando Alfaro, joven hechizado por el punk y con inquietudes literarias, se une a los músicos Joaquín Pascual (guitarra), José María Ponce (bajo) y Carlos Cuevas (batería) para formar Surfin’ Bichos.
Este proyecto será el vehículo perfecto para traducir al formato musical el universo literario que bullía en la mente de Alfaro. Un acercamiento religioso a un mundo obsesivo, poblado por personajes marcados por la deformidad física, mental y moral, existencias por el sexo enfermo, la violencia, el dolor y la muerte. La adicción (a la religión, a las personas, a las drogas) como forma de vida “que más me reconforta, que hace que tiemble y que me muera”, como cantarían Chucho años después.
En 1988 su “Primera Cebolla Sónica”, una maqueta autoeditada, llega a manos de Jesús Ordovás de Radio 3, que queda prendado con el grupo y la pincha repetidas veces en su Diario Pop. Escuchado con la distancia que dan los años, este trabajo parece un tanto inocente tanto en sus letras como en su música, sólo apto para los muy fanáticos de los de Albacete; de todas formas, sí que en él ya están presentes bastantes ideas que desarrollarán en sus trabajos siguientes, además de ofrecer algunos temas que formarán parte de “La luz en tus entrañas”.

La luz en tus entrañas (1989)

La luz en mis entrañas

Publicado originalmente con La Fábrica Magnética, el debut en largo de Surfin’ Bichos impresiona por la claridad de sus ideas. En lo musical, bebe del rockabilly, de Violent Femmes, del mundo oscuro de Nick Cave, de The Velvet Underground… En las letras, Alfaro ya brilla en todo su esplendor. Aparece “Gente Abollada”, desoladora crónica de unas vidas destrozadas por la delincuencia y la droga, que llegó a convertirse en un hito underground. Pero todo el álbum mantiene un nivel excelente: “Un perro feliz”, “El rey del pegamento”, “La luz en mis entrañas”… Una colección de temas llenos de una energía sucia, corrupta, propia de jóvenes que, como dirían en Trainspotting, eligieron no elegir la vida.
Pese a todo, a este disco se le puede echar en cara un sonido no demasiado bueno, fruto de una mala grabación, y una producción quizás demasiado conservadora, que hace que por momentos se acerquen demasiado a Loquillo…
Durante mucho tiempo fue un disco difícil de localizar. En el 2006, ha sido reeditado por Subterfuge Records.

El fotógrafo del cielo (1991)

El fotógrafo del cielo

Segundo LP de Surfin’ Bichos con La Fábrica Magnética. En lo musical, aparentemente continúa la línea de “La luz en mis entrañas”, pero escuchando atentamente vemos cómo el grupo crece en ambiciones: “La oración del desierto” presenta una estructura más compleja, aparecen pasajes instrumentales como “Fotógrafo en el cielo”… También las letras en algunos cortes se tornan mucho más desoladoras, como en la suicida “Mi refugio”, o en “Un alud en septiembre”, en mi opinión una de las mejores canciones de todo su repertorio. Y, por lo demás, una exhibición de atrocidades como el éxtasis narcótico en “¿Qué clase de animal?”, la poesía de la violencia homicida en “Sonidos” o “Rifle de repetición” o la religión enferma como guía de almas perversas en “King Blood” o “Algún día será”. Sé que habrá mucha gente que no comparta mi opinión, pero quizás, por su sencillez y su espíritu de violencia demente, es mi disco favorito de Surfin’ Bichos.

Hermanos Carnales (1992)

Hermanos Carnales

Ante el estallido del fenómeno Nirvana, las discográficas se lanzaron a la caza de artistas independientes para convertirles en fenómenos de masas; más o menos esto fue lo que ocurrió para que la multinacional RCA fichara a Surfin’ Bichos. Por otro lado, José Manuel Mora entra en la banda para sustituir al bajo a José María Ponce. Estos cambios también afectan al sonido del grupo, que en Hermanos Carnales da un salto cualitativo tanto en la complejidad de las composiciones como en la calidad de la producción. La imaginería de la película Inseparables, de David Cronemberg, le sirve al grupo de punto de partida para hacer algo parecido a un disco conceptual sobre las dependencias. Hay grandes canciones que continúan el camino trazado en sus dos álbumes anteriores (“Efervescente”, “No puedes imaginarte”, “Hey Lázaro”, “Humo azul”), pero también momentos menos previsibles, como el guiño a la bossa nova de “Abrazo en un terremoto” (¡una canción de amor!), los arreglos de cuerda de “Harto de tu amor”, o el optimismo cínico de “Ella y yo”. Tampoco encontrábamos en sus discos anteriores desarrollos de guitarra como los de “Viaje de redención”, o la incómoda melancolía de la casi instrumental “La estación de las lluvias”, ni los coros de Isabel León, que añaden nuevas facetas a la personalidad de Surfin’ Bichos. Pero, sobre todo, no encontrábamos singles tan claros como “Mi hermano carnal” o la incestuosa “Fuerte”, lo más cercano que estuvo el grupo de conseguir un hit (llegó a ser sintonía de los resúmenes de la ACB en 1992).
En definitiva, un disco excelente con el que Surfin’ Bichos alcanzaron su madurez, y que podremos encontrar los primeros puestos de cualquier lista de los mejores discos españoles de los 90 que se precie.

El amigo de las tormentas (1994)

El amigo de las tormentas

Se iban acercando los tiempos del noise rock, y Surfin’ Bichos no fueron ajenos a todo aquello. Aunque continúen la línea musical de “Hermanos Carnales”, el sonido ahora se vuelve mucho más sólido, más noventero, con baterías más fuertes y guitarras más distorsionadas. Además, los coros de Isabel León cobran cada vez más protagonismo. El arranque del disco es arrollador, enfilando tres temazos como son “Luna Polar”, “Si tengo que cambiar” y “Comida china y subfusiles”, una historia casi Tarantiniana, y otra de mis canciones preferidas del toda su carrera. También aquí encontramos temas recurrentes en la banda, como la adicción a las drogas en “Venados de Sol a Sol” y “De Sol a Sol (Reprise)”, el amor asesino en “El diablo adolescente”, o las experiencias místicas en una religión perversa de “El amigo de las tormentas”. Y entre todas, destaca la desgarradora “El final de una quimera”, otra de las cumbres compositivas de los de Albacete. Ésta canción fue dedicada un amigo de la banda fallecido por SIDA (a quien Chucho volverían a dedicar “Un Ángel Turbio” y “Magic”), pero también puede entenderse como el himno a la derrota de un grupo al que las circunstancias le obligaban a disolverse pese a que se encontraban en su cima creativa (“El final de una quimera / quien por ella dio su vida entera / cuando ve cómo se quema / ¿qué queda ya?”).
El único pecado de este “El amigo de las tormentas” creo que es su irregularidad, que algunos temas no lleguen al nivel de las que he comentado. Si todas las canciones fueran tan buenas, creo que el LP de despedida de Surfin’ Bichos sería mi disco favorito del grupo.

El Infierno B (1996)

El infierno B

Dos años después de la separación del grupo, RCA publicó este recopilatorio de y rarezas y canciones rescatadas de las caras B de sus singles. Junto a las previsibles versiones maqueteras (“San José Experience”, “El final de una quimera”) y tomas en directo (“Efervescente”, “Abrazo en un terremoto”), encontramos un buen puñado de cortes excelentes. La terrible sencillez de “La tarde es fría como tú”, las rockeras “Un sueno disparado” o “Estrella fugaz”, una “Algo en mí ha hecho ¡click!” que adelanta lo que después escucharíamos a Mercromina, las comatosas “Capas de olvido” o “Canción mínima”, la despechada “El último día que me verás”…
En definitiva, creo que la mayoría de los cortes de este Infierno podrían haberse incluido sin problemas en sus LPs, y más de uno entraría entre los temas mayores de su carrera. Un disco perfectamente disfrutable no sólo por los más incondicionales de la banda, sino por cualquiera al que le guste el rock.
En la reedición de Subterfuge, la mayoría de los cortes de este album han sido incluidos como extras del “Hermanos Carnales”.

El legado de Surfin’ Bichos

Las tensiones internas que produjo el desgaste por las giras, un éxito de público que nunca acababa de llegar, las frustraciones por la indiferencia que mostró hacia ellos su y la vida al límite que llevaban los miembros de Surfin’ Bichos, condujeron a la separación de la banda en 1994. Afortunadamente, el espacio que dejó su ausencia pronto fue cubierto por los nuevos proyectos de sus miembros, primero Mercromina, donde militarán Joaquín Pascual y Carlos Cuevas, y más tarde Chucho, el nuevo proyecto de Fernando Alfaro. Esto ya es otra historia de la que podrá hablarse en otra ocasión, pero que nos sirve para confirmar que el talento de Surfin’ Bichos fue mucho más que un destello efímero.

Ante todo, Surfin’ bichos dejaron una discografía modélica, en la que la gran mayoría de lo que publicaron tiene una calidad sobresaliente. Crearon un universo personal propio con el que trascender la mediocridad que les rodeaba, a partir del cual se lanzaron al vacío casi en cada canción. En los años sucesivos apenas encontraremos continuadores, músicos que ofrezcan una propuesta musical-vital con tanta intensidad y honestidad, más allá de sus epígonos Chucho y Mercromina, o artistas afines como Nacho Vegas o, en cierto modo, Is.
Por otro lado, Surfin’ Bichos vendrían a ser una especie de puente entre épocas; nacieron como hijos bastardos de una generación, la del rock de los 80, que presentaba ya síntomas de agotamiento, y murieron cediendo el terreno que habían conquistado a unos “hermanos pequeños” (el indi de los 90, el noise rock) con los que ya habían compartido experiencias (recordemos, por ejemplo, la gira Alternative Tour de 1993, que llevó a los de Albacete a compartir escenarios con El regalo de Silvia y Los Planetas).

Para los que estén interesados, su discografía ha sido reeditada en el año 2006 por Subterfuge. Para más detalles sobre su biografía, Avantpress publicó hace unos años “Sermones en el desierto”, de José Martínez Galiana, donde se recoge la historia de Surfin Bichos y los primeros años de Chucho y Mercromina.

Carlos Caneda

Un comentario sobre “Surfin’ Bichos revisados”

  1. 😆

    Tremendo Mifune. Me quito el sombrero ante ti. Totalmente de acuerdo en todos los comentarios, me has leido el pensamiento… lo has clavado. Está muy bien escrito, te ha quedado muy majo. Envíalo al grupo, seguro que les gusta.

    Un alud en Septiembre es la mejor, en mi opinión, claro seguida de cerca por Una Oración en el desierto, Gente abollada… etc

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