Paul Collins’ Beat: el peso de la trayectoria

Paul Collins
(Crónica por Stoner para ANDN)

Pues si, ayer viernes 21 de julio la Paul Collins’ Beat tocó en Santander. A las 00:30 horas pisó el suelo de uno de esos templetes que se montan para las verbenas de verano y el puerto de la ciudad quedó bendecido. La gente que una hora antes había estado plácidamente sentada mientras el grupo Heteronimia jugaba el difícil papel de telonero, esos que observaban atentos desde sus localidades el pop-funky de los mozalbetes, los mismos que inquietos se levantaban y empezaban pulular por barra y alrededores, en cuanto Paul Collins hizo sonar el primer acorde de su Rickenbacker ya estaban en la grava, preparados para batirse con el rock como buenos gladiadores.

La banda, en las distancias cortas y con el mar de fondo, logro flotar donde otros se van al fondo; lo hizo con una naturalidad y sencillez pasmosa… con la seguridad que dan los galones de capitán general, pero con la voracidad del que viene dispuesto a dar una dentellada al cantábrico, y vaya si se la dieron.

Paul Collins es uno de los referentes fundamentales del power-pop norteamericano de los últimos años setenta. Sus dos primeros álbumes con los Nerves son clásicos del género y sus canciones siguen siendo un modelo admirado e imitado por cientos de bandas en todo el mundo. Pero cuando rompió la baraja fue cuando publicó con The Beat su extraordinario álbum de debut en 1979. Eso es un disco redondo y lo demás son tonterías.

Canciones como Rock ‘N’ Roll girl, On the highway, Hanging on the telephone o U.S.A. fueron cayendo a chorro, rock americano de guitarras y esa energía vital que emanan de algunos grupos para los que no pasa el tiempo. Los que abren la enciclopedia y hacen de su propio revival algo tan honesto y tan valioso que da igual que lo toquen en un bar, en una sala o metido entre barcos de chapa roñosa. En el concierto con aire de veranito hubo algún memo que no respetó ni la capella que se marcó el bueno de Paul (seguro que encima ni pagó entrada).

El músico americano repartió sonrisas con sus chapurreos en español, (está casado con una segoviana y la mitad de la banda es de aquí). Se encuentra cómodo entre nosotros, se le nota mientras toca y la gente responde de la misma manera. Se implantó el coro de la multitud, y la gente en la medida de lo posible, bailó todo lo que el espacio permitió. Incluso dos chicas del público hicieron de improvisadas bailarinas en una canción.

Paul Collins

En fin, concierto de guitarras, de melodías, de coros, de risas, otra nueva celebración del fantástico ritual de la música en directo. Otra compilación de canciones tan gloriosas como eternas, tan arrebatadoras que creo que en el 2050 cuando la música se inyecte por vena o te la suministren en una pastilla, cuando a saber qué maquinitas sustituirán a las máquinas que hoy sustituyen a las guitarras, yo seguiré pidiendo una de rock.

Texto y fotografías: Stoner

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