La Contracultura

Hace pocas semanas salió a la calle el libro “La contracultura, ¿qué fue?, ¿qué queda?”, del santanderino Luis Ruiz Aja, obra monográfica de corte divulgativo que, según la nota promocional, vendría a ser “el único ensayo en lengua española que analiza tan exhaustivamente dicho fenómeno contracultural”. Ruiz Aja es conocido por ser técnico municipal de juventud en el ayuntamiento de Santander, además de dirigir el programa de ocio alternativo de la capital cántabra La noche es Joven.

Este ensayo vendría a engrosar la lista de publicaciones, ciclos y eventos varios que, desde distintos ámbitos institucionales de nuestra región, en los últimos meses han centrado su atención en los movimientos contraculturales o en la cultura alternativa. Esto implica, por supuesto, que no nos encontramos ante una obra contracultural, sino más bien ante una revisión de la contracultura desde el ámbito de la cultura oficial.

El autor define la Contracultura como “un movimiento social -especialmente juvenil- surgido en los USA durante la década de los 60, que supuso un rechazo contra los valores y modos de vida establecidos, y que –en un segundo estadio- pretendió ofrecer un modelo de sociedad distinto, trabajando subterráneamente en la creación de instituciones de carácter alternativo”. Esto es, que de entre todos los movimientos contraculturales de la historia (aquellos que desde la época de los cínicos en la Grecia clásica hasta la “generación beat” se opusieron, de un modo u otro, a la cultura oficial de su época), esta obra se centra en los de la década de los sesenta del siglo XX, y dentro aquella “ola revolucionaria” que empapó al planeta, en el foco geográfico de los Estados Unidos. Con el rechazo a la guerra de Vietnam como catalizador, se desató una cadena de movimientos que buscaban cambiar el mundo y llevar un estilo de vida coherente con ello, y querían hacerlo lo más rápido posible. Tanta intensidad y tanta velocidad terminaron provocando que todo aquello se agotara y desapareciera demasiado pronto.

El libro pasa de largo ante las manifestaciones más, digamos, folklóricas de la época, para centrarse en los aspectos ideológicos de este movimiento, en las mentalidades que lo impulsaron, y en los intentos de llevar a la práctica dichos idearios. La Contracultura supuso un conjunto de revoluciones culturales que buscaron una máxima liberación de las ataduras que limitan al ser humano. Con ese objetivo común, una parte del movimiento se acercó al hipismo, entendido como una liberación interior de la conciencia del individuo, que se apoyó en las nuevas experiencias vitales propiciadas por la liberación sexual y por la utilización substancias psicoactivas, en especial por el boom del LSD.
Otra parte de la Contracultura se decantó por el activismo político, sustentado en tendencias ideológicas novedosas, como el postmarxismo de autores como Herbert Marcuse, o el neoanarquismo tecnológico. Estas corrientes van a oponerse tanto a las posturas conservadoras como a la izquierda tradicional, de la que rechazarán su dogmatismo y su autoritarismo. La reivindicación política ya no va a centrarse únicamente en asuntos económicos o “de clase”, sino que amplía sus horizontes incluyendo reivindicaciones de género, ecologistas, antimilitaristas, anticonsumistas, raciales…
Estas teorías intentaron llevarse a la práctica a través de proyectos que incluían nuevas formas de organización institucional y comunitaria como la descentralización, la adopción de modelos de organización antiburocráticos, la desprofesionalización
El libro también analiza lo que quedó de todo esto con el paso del tiempo. Lo más evidente fue una degradación del movimiento, acosado por la represión por parte de las autoridades y por una degeneración interna que se manifestó bien en un abotargamiento fruto de los excesos narcóticos, bien en la violencia política, o bien en una acomodamiento dentro del sistema representada por los que han venido a llamarse bobos (burgueses bohemios), caracterizados por un inconformismo político bastante edulcorado, y un “modo de vida alternativo” que en el fondo no sería más que otra forma de consumismo.
De todas formas, quedarse sólo con esto respondería a un análisis bastante superficial (que, como nos dice el libro, sería el que en la actualidad esgrimen los llamados neocons). Para el autor, la Contracultura de los 60 también habría provocado una importante renovación en la izquierda política (de lo cual se nos hace un análisis, en mi opinión, bastante interesante), así como, indirectamente, un refuerzo de las posturas neoconservadoras, como reacción contrarrevolucionaria. Además de experimentar unas nuevas formas de organización que han calado profundamente en ámbitos dispares, como el empresarial o el de las ONG (de importancia creciente en los tiempos del desmantelamiento del Estado del Bienestar). O de renovar de manera decisiva las formas de vivir la sexualidad.
El ensayo se cierra con un repaso de la incidencia de la Contracultura en nuestro país, a través de entrevistas a personajes que lo vivieron en sus carnes (incluído al siempre desastroso Fernando Sánchez-Dragó). La importancia de este capítulo, más que en el repaso de la contracultura española como tal (que fue bastante raquítica, en un momento en el que la juventud más inquieta empleaba todas sus energías en derribar la dictadura), está en que nos ofrece visiones individuales y subjetivas de cómo experimentaron sus participantes aquella realidad, cuáles fueron sus motivaciones, sus satisfacciones y sus frustraciones, y qué legado ha dejado todo aquello.

Haciendo balance, he echado en falta que en el libro se preste algo más de atención al contexto de la cultura oficial de la época, contra la que se levantó el movimiento contracultural. Leyendo el ensayo, podría dar la impresión de que la Contracultura fue meramente el fruto del hastío de una generación de jóvenes con una cómoda posición económica, cuando pienso que en gran medida surgieron como reacción a situaciones reales que se impusieron tras la segunda Guerra Mundial (hegemonía de ideologías conservadoras, autoritarismo político, excesos del cientifismo-cuantitativismo…).
Por otro lado, creo que la obra se muestra imprecisa en cuanto al marco geográfico que analiza. Se supone que se centra en el movimiento en los Estados Unidos, pero pienso que la Contracultura de los sesenta no puede verse como un único foco aislado, sin prestar atención a sus manifestaciones en el resto del planeta (revueltas estudiantiles en Francia o México, experiencias comunitarias en Holanda o Dinamarca, movimientos revolucionarios en Europa del Este…). Tampoco creo que su herencia se limite exclusivamente a los Estados Unidos; de hecho, las “nuevas corrientes” de la izquierda actual han alcanzado su máximo desarrollo fuera de norteamérica.
De todas formas, pienso que nos encontramos con un ensayo serio y bastante interesante, y que merece la pena introducirse en las mentalidades que hicieron posible una época apasionante, en el que, con sus luces y sus sombras, se ensayaron formas de vida bastante adelantadas a su época (y posiblemente a la nuestra).

La Contracultura ¿qué fue? ¿qué queda? Los movimientos juveniles del ’68 y sus repercusiones socio-políticas en la actualidad, de Luis Ruiz Aja, ha sido publicado por Mandala Ediciones en Madrid en el 2007.

9 comentarios sobre “La Contracultura”

  1. vi el programa de dragó sobre el libro y estuvo interesante, aunque todos ( menos los dos jovenes) hablaban de lo suyo, de su experiencia personal…

  2. Un libro muy interesante e imprescindible (yo ya lo tengo) para entender el pasado, el presente y quién sabe si el futuro. Ví el programa de Sánchez Dragó en TeleMadrid y es una pena que apenas dejarán hablar al atractivo autor del libro. EL programa de Dragó sería más entretenido sin él…… ¿Para cuándo la esperada presentación del libro?

  3. misu, el escritor fue hablando de menos a mas y al final del programa fue el que más hablaba e intervenía… pero como empezó a la 1.30h me temo que tu eres de la que no aguantó la tentación de irse a la piltra… la presentación se rumorea que será en breve, hacia el final del verano… en cuanto a lo de atractivo… el cabrón sí que liga, pero yo no se que le ven, a mi me parece un callo, pero su libro merece la pena, que es lo que a mi me interesa de él

  4. El libro me parece interesantísimo. Creo, a diferencia de las manifestaciones de «al norte del norte», que para saber si el ensayo se ha realizado desde la «cultura oficial», se debería de entrevistar al autor del libro y no darlo por hecho, ya que _ de todos es sabido_ cualquier ensayo se debe de hacer desde la objetividad, y creo que Luis Ruiz Aja lo hace desde la objetividad, basta haber visto el programa que Sanchez Dragó dedicó a este libro, así los contertulios, toods a excepción de Pepa Roma hablaban de su propia experiencia (aquí si que cabría hablar de un posible posicionamiento), Luis Ruiz sin embargo, dada su edad, y dado que precisamente ha realizado un ensayo, no podemos decir que hable desde una cultura oficial, ; ya que entonces no sería un ensayo, pero reitero, habría que entrevistarle y de ahí deducir si su intención ha sido escribir desde la «cultura oficial» concepto, por otro lado, «indeterminado»
    El libro en sí me parece, precisamente por estar escrito desde la objetividad, un estudio interesantísimo de lo que se vivió en aquella época, con interesantes opiniones de distintos autores, con un estudio del contexto historico social muy conciso (se podría- creo decir tanto..) pero Ruiz Aja no se pierde sigue un hilo muy concreto, de ahi MI ENHORABUENA ¿Cuándo y dónde la presentación?

  5. Una puntualización.
    Tal y como yo lo entiendo (y el autor así lo declara), el autor no ha buscado la objetividad, sino el desapasionamiento, desde la capacidad de tomar perspectiva que conceden el tiempo y la distancia. Esa misma distancia hace que ya no pueda entenderse que el autor pertenezca a la contracultura de la que habla el libro, del mismo modo que no creo que, de haber sido creado en aquel tiempo y en aquel lugar, ni en su forma ni en sus objetivos hubiera podido encuadrarse como una obra puramente Contracultural.
    El calificarla como dentro de la «cultura oficial» puede que sí que sea algo más discutible; de todos modos, supongo que aunque no tenga por qué ser del todo dierto, sí que tiene algunos de estos rasgos. Creo que resulta significativo el hecho de que Sanchez Dragó (en mi opinión, alguien a quien en la actualidad le queda muy poco de «Contracultural») haya presentado el libro en su programa. Por otro lado, como ya digo en la reseña, entiendo que esta obra está incluida dentro de una corriente de reivindicación de lo «contracultural» o lo «alternativo» desde los ámbitos más puramente oficiales, como son el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Santander.
    De todos modos, repito que esta opinión (mía, personal e intransferible) puede ser bastante discutible.

  6. Estoy de acuerdo con «ocho». El libro es magnífico, quienes venimos de esa historia, o mejor debo de decir «HISTORIA» seguro nos identificamos con su libro
    Obra de lectura obligatoria; ahora bien, incluso dando por hecho que algo de razón se podría dar a Mifune mi pregunta es la siguiente ¿el autor se oficializa, o lo oficial está empezando a ver la luz y se empieza a «Contraculturalizar?
    muchas gracias

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