El trío del sábado noche

La interesante propuesta de Bandini para la noche del pasado sábado, con una triple cita musical, se resolvió con desigual resultado, como era de esperar dada la variedad de músicas concentradas en el mismo evento.

La poca afluencia de público (la lluvia dejó con seguridad a más de uno en casa) fue tónica general de la cita. Alrededor de las diez de la noche, The Clientele aparecían sobre el escenario del Conservatorio, inundándolo de su pop amable y elegante. Aunque tuvieron sus momentos de crescendo instrumental, su actuación fue tranquila, con cuidados arreglos, y sin despeinarse. Ese fue su gran inconveniente: los británicos resultaron fríos, distantes. Fueron los únicos músicos de la noche para los que tener al auditorio sentado no era un reto a batir, sino una característica más. Quisieron dejar claro que no sabían decir gracias en vasco (¿momento Primal Scream?) y gustaron, pero no ilusionaron.

Tras un breve descanso fue el turno de Holly Golightly & The Brokeoffs, los menos conocidos del cartel (la mayoría no teníamos más referencias que su aparación en la banda sonora de Flores Rotas de Jarmusch). Pese a la aparatoso del nombre del grupo, su propuesta era minimalista, en formación y medios: Holly a la voz y guitarra, y un Lawyer Dave en el papel de hombre orquesta: no sólo cantaba y tocaba la guitarra, sino que era el encargado de hacer sonar una minúscula batería de juguete con aires de máquina de efectos encadenados, y variaciones a base de arreglos con cinta americana. Digno de ver.

Sorprendieron por sus canciones sobre la muerte, sobre las bodas, sobre los suicidios, sobre accidentes y amigos imaginarios; repasaron un setlist imaginario (se lo robaron los daneses y desde entonces van de memoria), y gustaron especialmente por su simpatía y comunicación con el público. Fueron, sin duda, la sorpresa de la noche. Un concierto divertidísimo.

Para terminar la jornada, ración de decibelios. Los franceses Expérience no tienen término medio: sus directos son siempre incendiarios. Batería explosiva, un bajo brutal con las cuerdas siempre en peligro de ruptura, y un Michel Cloup desbocado con la guitarra, demoledor con la voz, ya sea cantando, rapeando, gritando, sobre el escenario, entre el público o desde el camerino. Su concierto se centró especialmente en su último trabajo -nous (en) sommes encore là-, y supo a poco. Se echaron en falta más temas de Hemisphere Gauche, por ejemplo. Se despidieron sólo para regresar con un bis, recordando (energía pura: sólo base rítmica y voz) que la revolución no será televisada. Breve, demasiado breve; una lástima, fue su único defecto… bueno, ese y no enchufar el portátil, que se apagó inesperadamente en cuanto comenzaron a usar bases grabadas. Una anécdota más en una noche quizás pudo haber sido mejor, pero dejó buen recuerdo. Mereció la pena acercarse al Conservatorio a resguardarse de la lluvia.

Fotografías por Roberto Ortiz. Más imágenes de los conciertos en nuestra sección de fotografías.