BIME, dos años que parecen muchos más (Sábado 1 de noviembre)

Fotos cedidas por www.denaflows.com
Texto: Santiago V. M. (Stoner)

Puedo decir que dormí como un cesto, por lo menos hasta las 10 aproximadamente, hora en la que ya andaba desvelado… Me preocupé mucho de no levantarme, aunque ya no durmiera, seguir descansando el cuerpo, no hacer nada, ni mucho ni poco, dejar pasar la tempestad. Tardé en rehabilitarme, aún con ducha. El resto del mundo parecía estar en Bilbao, visitando cosas y supongo que hincando el diente a todo lo rico que hay por allí. Yo, por la experiencia acumulada, necesito estar no muy lejos de mi alojamiento por si me da una pájara, saltar a la cama otra vez, tener un baño cerca, esas cosas.

Así que por no improvisar mucho volví al Café Aragón. Una bola rellena de carne picada, un pincho de tortilla y un pimiento relleno de bacalao para hacer un poco de base, y una cañita para acompañarlo. Parece que el cuerpo me estaba respetando, me animé y fui a por algo digestivo, un Pacharán, al que siguió otro. En esos momentos de soledad, de retiro, de tranquilidad, me sentí verdaderamente relajado y dichoso. No me gusta estar sólo o no por mucho tiempo y puedo decir bien alto que estuve a gusto. Parece mentira pero normalmente no nos da tiempo a parar diez minutos a observar estas cosas. Al punto de escrutar hasta las hojas muertas movidas por el viento, como sonámbulas… Pude escuchar mi respiración, ver el movimiento de mi tripa al son del sístole y diástole. Me podría haber quedado dormido detrás de mis gafas de sol, nada hubiera cambiado, de hecho creo que estuve cerca con tanto calma.
Una morena de vaquero rosa me puso otra vez alerta, seguía agazapado tras mis gafas aunque ella me obligó a bajar un poco la cabeza y dejarlas caer hasta la punta de la nariz, mis ojos asomaron por encima de la montura… por una lógica asociación de ideas me vino a la cabeza Adela Ucar y como el día antes un amigo me dijo que la vio aparcando en el BEC y el sábado tocaban Smile, tenía esperanzas de encontrarla viendo cómo cantaba su pareja. En buena hora me dijo lo del aparcamiento. Total, no debía ser ella.

Supongo que siguiendo esa asociación de mujeres guapas y como en el telediario de la uno había visto por la mañana a Carol (Festival Ebrovisión) hablando desde el BIME PRO, me dio por llamar a Ramiro y tuve una conversación totalmente surrealista:

– Hola Ramiro ¿Qué tal?
– Bien, un poco sobao
– No te preocupes hombre que era sólo para saber si nos vemos luego
– Vale
– Te oigo muy bajo, ¿Dónde andas ahora?
– En Kazajistán
– ¿Qué es eso? (Pensando que lo mismo había un “stand” de músicas del mundo o algo similar llamado así)
– Un país
– Ya coño, y ¿qué haces ahí?
– Currar
– ¿Quién eres?
– Coño, Santi, “Stoner” (Dejas de ir un año al Ebrovisión y los colegas se olvidan de ti)
– Ah, vale, pues nada… mejor colgamos ¿no? Que va a salir cara la llamada
– Claro, claro, chao Ramiro, nos vemos.

Todavía me estoy preguntando, por qué me dijo “vale” cuando le comenté de vernos más tarde. Esto me dejó más descolocado que la morena del vaquero rosa.
Opté por parar en ese instante y echar la siesta antes de la segunda batalla, que había que tener el cuerpo preparado y nunca se descansa lo suficiente.

Ya en el recinto desde primera hora (seis de las tarde), asomé el morro levemente para ver qué hacían Babasónicos, en la primera canción me imaginé a La Habitación Roja si hubieran nacido en Argentina, en la segunda pensé en los Hombres G porteños, la tercera ya no la ví. La voz no me gustaba, no merecía la pena forzar más. En el teatro me esperaba una de las sorpresas agradables del festival.

My sad captains me hicieron retroceder más de diez años atrás, cuando en Santander disfrutábamos de un festival llamado Tanned Tin, y que siguen disfrutando por Castellón (Aquello me provocó pena y envidia a partes iguales). El cuarteto de Londres es de ese tipo de grupo que yo para definir resumo en “típico grupo del Tanned Tin”. Música melancólica, que se podría escuchar con los ojos cerrados, sonidos contenidos pero no por ello poco intensos. Las guitarras van creando capas de sonidos cristalinos y elegantes, capas que se van componiendo una encima de otra como láminas finas de Carpaccio. Bordes que se van puliendo, redondeando a cada vuelta, el resultado final es redondo. Lo que más disfruto de este tipo de música es que se muestra perfectamente el recorrido de las canciones, como comienzan, como crecen, como acaban. Se ve perfectamente el desarrollo, los detalles, las texturas… y además, tienen una cadencia misteriosa, hipnótica.

Quizás puedan acabar sonando algo planos después de media hora, por rascar un poco. Destellos de Luna, Yo La Tengo, la Velvet Underground si hubiesen cambiado a un lado más amable, algo de Sonic Youth, un poco de Lowgold, a veces alguna base más sombría tipo Joy Division, etc. Las guitarras se doblaban consiguiendo un efecto mágico. Yo más de una vez creía abandonar mi butaca y salir al plano astral a volar un rato, y desde allí les veía a ellos y me veía a mi mismo, sofronizado, a merced de esos sonidos tan delicados, sugerentes. Escuchar Goodbay, Wide open, In time o Hardly there sólo te pueden llevar a universos oníricos. Sería la banda sonora ideal para despertar de una anestesia. Como me consta que muchos no los vieron, recomiendo su último disco “Best of times”. Cremita de la buena.

Galería completa de The Coup (Kafe Antzokia)

De seguido me fui a ver a The Coup y su música revolucionaria. (Los americanos fueron uno de los grupos que también participaron en los showcases previos al festival. El jueves ya tocaron en el Kafe Antzokia). De My sad captains a The Coup es pasar del blanco al negro (nunca mejor dicho). Propuestas totalmente diferentes pero ambas muy disfrutables.
Las primeras ráfagas llenas de plomo, lo primero que se me vino a la cabeza fueron los Living Colour. La banda mezcló bien fuerte el rock, el funk, el soul, el punk, el hip-hop y lo disparó a modo de sifón lleno de presión, todo muy explosivo, con mucha fuerza. El rock como forma de combate, como vehículo de denuncia política. Boots Riley no paraba de agitarse ¡Qué hiperactividad! Enfundado en un mono negro venga a moverse, sus piernas se deslizaban hacia dentro y fuera a modo de tijera con un buen chute de 3 en 1. Todo sin dejar de cantar, sin desfallecer en sus soflamas.

El público bastante contagiado y sin dejar de cabecear o mover cadera. La hoguera estaba encendida, había que darla fuelle. La cantante Silk E se encargó de este cometido. Salió como los toros del callejón… desbocada, dispuesta a subir un nivel más la excitación del concierto. Un metro y medio de mujer comprimida y rebosante de energía. Tacones, malla y camiseta de tirantes. Movía los brazos como si fueran aspas de molino, maltrataba su musculatura, parece mentira que tuviera esa flexibilidad. (Ese culo podría partir nueces). Black Power, sin duda. Aquella fuerza de la naturaleza no tenía intención amainar, sólo cuando Boots le daba la réplica. El caso es que donde antes teníamos un agitador, ahora había dos. Con The Guillotine y es aire más “disco” tenían ya al público muy a favor. La verdad es que se lo curraron, fue un concierto muy entretenido, no dejabas de ver cosas. Por ejemplo, el teclista tocaba el teclado saltando. Como si estuviera subido en un muelle, sólo paró cuando tomó el micro y se acercó al borde del escenario para rapear un rato. El bajista en la parte que presentan a la banda, hacía “sólos” mientras saltaba y hacía acrobacias en el aire. (En plan Bisbal pero sin soltar el instrumento). El guitarra también tenía su espacio para abusar de sus cuerdas, recorriendo el mástil arriba y abajo. Después de ver los riffs de Strange arithmetic ya lo tenía por una especie de Vernon Reid.
The Magic clap convirtió toda la zona en un hervidero de palmas. Parecía una revisión funky del Blitzkierg Bop de los Ramones, y claro, la memoria sonora se activa y salta y te enganchas y te metes en la ola. Una vez finalizada la actuación, Boots bajó al foso para regalar y vender parte del merchandising. La tarde no podía avanzar mejor…

Galería completa de The Orwells

En el escenario uno hacían su aparición The Orwells, una banda de jóvenes que todavía no superan los 21 años. Por edad, una especie de Strypes americanos, aunque los Strypes todavía son más jóvenes. En lo musical no tiene nada que ver, estos hacen un rock garagero y sucio. The rigtheous one o Gotta get down es puro Pixies, Mallrats (La, la, la) puede recordar a Strokes, y así con Bathroom tile blues, Let it burn y las demás canciones que nos fueron desgranando. Se echa en falta personalidad o una vena más creativa pero con esa edad se puede justificar. Lo que no sentó muy bien a casi nadie fue la actitud histriónica y cargante del cantante Mario Cuomo. (De hecho me gustan más en disco porque no le estoy viendo). Creo que focalizó demasiado la atención del grupo haciendo charlotadas del tipo “me estrangulo con el cable de micro”. También estuve en medio de una fase de esas mías en las que el cuerpo te está pasando la factura del día anterior, claro que no se sabe si llegué a esa situación provocado por la desconexión a la que me estaba llevando el vocalista. Por lo demás, es un grupo que no está mal, bullicioso, con cierto nervio, con canciones tan familiares que de primeras te hacen abrir todas las puertas. Para mi a día de hoy son una incógnita, habrá que hacer un seguimiento de sus siguientes discos y ver si crecen o caen al olvido.

Galería completa de Mando Diao

No se quién se encargó de los horarios este año, en general creo que no estaban tan mal, salvo alguna excepción inevitable para los que nos gusta ver de todo. Eso si, después de ver el atentado que perpetraron Mando Diao, eché en falta algo a la misma hora y con algo de tirón. Tampoco tengo claro porque no me fui a ver a Chris Garneau, que hiciera lo que hiciera estaría mejor que el despropósito que había en el escenario dos.

Yo no se a qué viene revestir ahora las canciones de esa falsa modernidad. No entiendo por qué los suecos tratan de reinventarse en cada disco o gira, que si ahora con orquesta, que si luego con aires de Killers trasnochados. Les veo dando tumbos, subiéndose al carro que toca en cada época. No me he encontrado con nadie que le gustara la actuación, nadie, y ya es raro. Y no es sólo que no gustaron, es que irritaron. Vestidos con túnicas, tocando instrumentos tan “technos” como el teclado-guitarra. No se si se veían dentro de La Naranja Mecánica, se han vuelto de alguna secta que les ha mongolizado o qué. No comprendo la trayectoria de esta banda. Ellos creerán que es evolución, el futuro. Para mi es involución, una caca.

Galería completa de Smile

Smile tocaban en el escenario Euskadi a la misma hora que The Kooks y salvaron la papeleta muy dignamente. El grueso del festival se encontraba al otro lado, John agradeció varias veces la fidelidad a los que elegimos quedarnos con ellos y dijo algo así como que The Kooks eran la chica guapa de la fiesta y ellos la fea que besa mejor. Los de Getxo son un grupo que me gusta desde la primera vez que les vi en el palacio de Euskalduna teloneando a Wilco. Allí ya les tomé la matrícula, luego me hice con sus dos primeros discos y en 2012 pude verlos en directo en el BNS de Santander.

El único motivo que tenía para ver a The Kooks era la dificultad de ser una banda extranjera pero pensando que sólo había visto una vez a los vascos, decidí que lo mismo no era tan fácil cruzármelos, además, me habían dicho que los británicos son muy sosos en directo.

De primeras compruebo por allí sigue Daniel Merino, el músico Guadiana, parece que viene y se va pero siempre está. Por lo menos yo siempre le veo. En cualquier caso, ya sea con Daniel, Josu Aguinaga o en su día con Pit Idoyaga, las guitarras están perfectamente cubiertas. (Pase quién pase).
Me doy cuenta que el sonido en ese escenario (fue el único concierto que ví allí) no era muy bueno. Tampoco recordaba a John con una voz tan aflautada pero también es capaz de hacer melodías realmente contagiosas y que invitan al buen rollo. No sólo eso, la manera de llevar a la gente a su terreno, de arrimar el hombro, de remangarse y bajar a cantar entre el público, de crear comuna, de hacer de su música algo coral, festivo. Como de himnos que se pueden cantar alrededor de una hoguera. John da esa cercanía.
Si su musa y fuente de inspiración es su mujer, entiendo que desprenda tan buen rollo. A mí, Adela me transmite mucha paz. Tengo que decir que me pasé los primeros instantes viendo a Adela Ucar en todas partes… “será esta, se parece, pero creo que no”, “¿y aquella? Es rubia pero lo mismo se ha teñido”. Una locura… tenía el antojo de conocerla en persona pero tampoco me podía desviar de lo fundamental. Fight o Do as I want y esas buenas vibraciones del folk americano pero hecho en España. Con la powerpopera City Girl ya había grupos de gente saltando y bailando sin complejos. La canción no es para menos. Un pildorazo luminoso y efervescente. Un buen exponente del rock de las guitarras felices. Let go logró el milagro de la música sin barreras, del artista a pecho descubierto danzando como un indio entre muchos indios coreando brazos en alto “Let go, let go…”. Incluso tuvieron el arrojo de hacer el Oh la la de los Faces. Mucho gusto eligiendo la versión.

Ver parte de la actuación al lado de mi habitual colaborador con las fotos (Dena Flows) me dio la ocasión de saber de primera mano unos pocos trucos sobre fotografía.

Smile fueron de menos a más y acabaron arriba del todo. Me quedé sin saber qué tal besan The Kooks, me tocó bailar con la más fea pero yo encantado. (Me resulta muy curioso comprobar la cantidad de grupos de mi gusto salidos de Getxo, de todos los estilos… esa zona es una mina)

Galería completa de Mogwai

Ya era hora de sacarme la espina de Mogwai. En el Sonorama 2005 sólo vi la primera mitad de la actuación y desde entonces lo tenía pendiente. Me resarcí y con creces. Los escoceses hicieron su habitual trabajo de construcción/demolición. Primer levantan unos buenos muros sonoros, bien graníticos. Uno tras otro, todo bien denso. Cuando la estructura está bien formada, la hacen saltar por los aires aplicando todavía más volumen y más tensión. Thurston Moore al lado de ellos parece un cantante de folk.

Mogwai mete la música en una prensa y se pone a dar a la manivela hasta hacer zumo con ella, lo exprimen todo, le sacan todo el jugo. Me impregné de toda la radiación, recargué toda mi batería. Plantado allí delante, a veces con los ojos cerrados. (Dicen que si quitas uno de los sentidos, activas el resto). I’m Jim Morrison, I’m dead, Hunted by a freak o We’re no here hacen que me sienta pequeño ante esa inmensidad. Son aplastantes, pétreos, ni una fisura, ni un resbalón. Incluso las partes de aparente silencio resultan aterradoras, sabes que es el preludio de algo gigantesco. Creo que alguna despistada que estaba de espaldas al escenario en uno de esos tramos, hablando de sus cosas, casi sufre un síncope cuando meten de repente el petardazo. Toda una experiencia sonora. Probando los límites del ser humano. Haciéndote el reconocimiento médico del oído. Creo que fue el bolo del festival.

De momento no me puedo duplicar pero tengo que dejar reflejado que mucha gente también se fue al teatro a seguir una de las actuaciones más esperadas. El cantautor británico Billy Brag. Es uno de los solapes de los que más se quejó la gente.

Una vez acabados Mogwai me encuentro con los My sad captains bajando por las escaleras, no puedo evitar abordarlos y chapurrear de mala manera mis felicitaciones por su actuación. Engancho a una chica que pasaba por allí y la pido que nos saque una foto. La rubia se extralimita en sus funciones y después de la foto, se pone a hablar con ellos en un inglés muy académico con la clara intención de dejarme mal. Encima la chica es muy osada porque me pide que les tire a ellos una foto con su móvil. La avisé que yo con esos aparatos no me manejo. Efectivamente, yo pulsaba y aquello no saltaba, y pulsaba en el sitio, será que tengo los Sticky Fingers. El caso es que la “groupi” me quitó la cámara con desdén para dársela a otro que pasaba por allí que si acertó. (Tendría los dígitos hechos ya a estas tecnologías). “¿Ves cómo se hace?” Me recalcó la rubia borde para hacerse notar más aún. La sorpresa vino cuando se me ocurrió mirar la foto que había en mi cámara. ¡Oh!, ¿Quién lo hubiera dicho? Esta que por las ínfulas que gastaba, parecía fotógrafa profesional, esa que sacando un 9’75, reclamaría el examen para tener un 10… cortó la cabeza a uno de lo guitarras de manera totalmente amateur. Avisé a la banda de las intenciones de la «experta en todo». (Parece que ya las tenían claras desde el principio).

Antes de ver a The National me cruzo con John Franks y le pregunto entre otras cosas por Adela, me dice que no ha venido. (Ya veis, todo fue un sueño).

Voy a confesar algo, no se quién cojones es Sufjan Stevens. Evidentemente estoy cansado de oír hablar de él o leer en prensa, en foros, de que la gente me lo recomiende pero a día de hoy, no se qué música hace, no he investigado. Lo que si tengo claro es que el público entendido le rinde pleitesía, yo diría que el sector “indie” también, aunque esto puede ser consecuencia de lo anterior. Me resultaba curioso ver la reacción de la gente al comprobar que tocaría con The National en el BIME. Me sentía extraño en mi ignorancia y a la vez sorprendido. Daba la sensación de motivar más al personal que el grupo en si. Lo mismo la mitad de la gente que dice “qué guay que venga Sufjan” tiene el mismo conocimiento de él que yo, pero no lo van a decir. O lo mismo es un genio y me lo estoy perdiendo, que será lo más probable. El caso es que si su inclusión en el concierto era un plus, yo no percibí nada extraordinario o especial, pero claro, lo mismo para eso tendría que saber de dónde ha salido el tipo.

Galería completa de The National

A decir verdad, tampoco es que The National me parecieran algo fuera de lo común y es un grupo que me gusta bastante. Me los descubrieron con el Alligator cuando casi nadie los conocía. Estuvo bien, tuvieron sus momentos álgidos pero no entré del todo en el concierto. Allí había vientos pero no se apreciaban bien del todo. ¿Por qué las canciones que en disco me emocionan ahí no lo conseguían de la misma manera? No se, puede ser que estuviera algo lejos, que ya andaba cansado, que cada vez me cuesta más disfrutar de los “Cabezas de cartel” en los festivales. Veía tanta desproporción entre la pasión de la gente y mi “distancia” con la actuación que hace que te sientas raro. Puede que simplemente fuera que Mogwai dejaron tierra quemada a su paso… o ¡qué cojones! lo mismo en directo no son tan buenos, o esas canciones tan redondas pierden cosas por el camino.
El caso es que siento que he perdido una ocasión muy buena de aprovechar a un grupo muy bueno, porque aún sin acabar de engancharme disfruté de manera pasajera de cosas como This is the last time y esa voz susurrada de Matt Berninger a lo Bryan Ferry, o de Pink rabbits, en la que te daban ganas de coger a la primera mujer que tuvieras cerca y ponerte a bailar un Vals. A pesar de todo, esos son picos muy altos, no están al alcance de todos los grupos.

Con Mr. November, Matt puso su garganta al límite mientras pululaba por el escenario como un muñeco desmadejado y encorvado. Me sorprendió bastante, ya que había escuchado que era un sosainas. Pues o le gustó mucho el vino de la cena o ha cambiado su comportamiento. Incluso a veces me pareció un poco errático. En Terrible love empezó a dar trabajo al personal de seguridad y se bajó a cantar entre el público sin más salvavidas que el cable de micro que le unía al escenario. Allí, en ese auténtico baño de masas, no dejó ni un momento morir la canción, la cantó de principio a fin, con la dificultad de estar entre una marea de gente que te abraza, zarandea, grita a tú lado, salta y te arrastra…. Se mezcló con el pueblo llano igual que se mezcla Tim Booth (James) en sus conciertos. (También es muy amigo de cantar desde abajo).

Acabaron con el Vanderlyle Crybaby Geeks acústico con todos los músicos al borde del escenario. (Ahora si se escuchaban los metales). Incluso la voz de Matt cantando sin ninguna amplificación llegaba nítida hasta mi altura. Aquello se convirtió en un coro gigante de miles de personas, y yo con el alma en un puño (aunque fuera con cuentagotas) tuve esa sensación de “si hubieran tenido más destellos como este…”. Al final Berninger acabó haciendo equilibrios sobre la valla del foso con todo el personal de seguridad sujetándole para que no se abriera la crisma. Imaginaros eso como un gran océano de móviles abiertos para dar envidia al amigo que no pudo venir, flashes y más flashes, etc… La tecnología ha vencido al ser humano.

Para acabar la historia tuvo todavía el humor de agacharse a arrebatar dos teléfonos a sus fans. Por uno de ellos se puso a cantar o saludar al interlocutor del otro lado del celular, el otro, diréctamente se lo metió en el paquete. (Espero que el día de mañana no tenga cáncer de testículos). Al minuto lo devolvió, que conste en acta.

Galería completa de La Roux

Intenté sin mucha fe ir a ver a La Roux pero no duré mucho. Dos cosas influyeron en que fuese así. La primera, según entraba un tío se desplomó delante de mis narices, como un peso muerto, volcando gran parte de su Katxi de cerveza encima de mi camiseta. En fin, gente que no sabe beber, espero que no fuera nada. Luego se levantó pero no creo que fuese capaz de diferenciar entre Eleanor Jackson o Falete. La segunda, pues que esa música y esa puesta en escena y todo me recordaba a una Madonna de garrafón. Regreso a los ochenta, pero a la parte chunga. No me dio el cuerpo para Holy Ghost y mucho menos para Delorean que tocaban como a las cuatro de la mañana. En realidad a Delorean no tenía planeado verles. Los otros se quedaron en el camino. Otra vez será.

Las cifras de asistencia oficiales del BIME Live han sido, 10.246 personas el viernes y 10.788 el sábado, aunque el sábado tuve la sensación de que había mucha más gente que el viernes, más de lo que dicen los números.

Nos vemos el año que viene, a poco bien que se de.