Alegato antifestivalero ’08

Estamos en el año 2008. Todos los habitantes de la península esperan ansiosos la llegada del verano para poder tirarse unos días de sol, música y desmadre en los festivales más publicitados… ¿Todos? ¡No! Cada vez hay más gente que contempla con estupor la deriva delirante de estos mastodónticos eventos.

No hace falta haber ido a demasiados festivales de verano para haber vivido al menos una vez el infierno en la tierra. No estamos hablando de armaggedones excepcionales (casos más que sonados, como el FIB’97 o el Festimad’05), sino de situaciones bastante habituales en estos saraos.
Lo más típico es el agobio de tener que compartir espacio con miles de congéneres que colaboran para que el artista de moda pueda darse un baño de masas que no tenga nada que envidiar a un congreso del NSDAP en Nurenberg, y para que de paso tengas que estar tan lejos del escenario que no podrás ver más que lo que aparece en las pantallas de vídeo. La muchedumbre no sólo te aportará codazos, empujones y dejará caer el contenido de su cachi sobre tu camiseta; también tendrás que convivir con ella en las interminables colas que te encontrarás para casi todo: en el baño, en la barra de los tickets, en la barra de la bebida… Bebida que no recordaremos por su exquisitez (cervezas que no maman, copas servidas en vasos de plástico rotos, y como no te guste la marca que patrocina el festival, ajo y agua, porque no te sirven otra), a pesar de que en medio de la orgía hiperconsumista la estaremos pagando a precio de zona VIP.
Para poder visualizar mejor esto, pensemos que nos encontramos en un paisaje postapocalíptico, dada la perversa obsesión de los organizadores por buscar ubicaciones en condiciones climáticas extremas (¿por qué se programan tan pocos festivales cerca del clima suave del norte de la península?) y por escoger zonas de acampada que se asemejen a la superficie lunar después de realizar allí pruebas con armamento nuclear. De duchas e instalaciones higiénicas, mejor tampoco prestar mucha atención. Quizás lo que se busca con sus carencias es que el proceso de degradación de los asistentes sea paralelo al del recinto festivalero, de forma que no sea tan evidente que se ha conseguido emular al Vertedero de Sao Paulo al que cantan Astrud.
Imágenes de miseria en zonas catastróficas que contemplamos con horror en los telediarios, las aceptamos gustosamente y pagamos por vivirlas cuando se trata de una de estos macroromerías. Pero bueno, siempre se dijo que había un largo camino hasta la cima si lo que querías era rock&roll… ¿o era postaleo?
Resulta paradójico que en su origen, allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado, estos festivales fueran concebidos como espacios para la celebración de las libertades individuales. En el siglo XXI han pasado a ser espacios hipercontrolados, en los que el espectador ha ido perdiendo protagonismo hasta verse convertido en un sujeto pasivo, al que la única iniciativa que se le permitirá es la del consumo. ¿Alguien se imagina en alguno de los grandes festivales de la actualidad imágenes como las de Canet de Mar en los 70, en los que la fiesta del público llegaba a robar protagonismo a las estrellas?

Todo ello para que tus dos artistas favoritos actúen al mismo tiempo y tengas que perderte a uno para disfrutar del otro, tras pasar media tarde aburrido porque la organización había programado toda la purria de manera simultánea. Eso de hacer un cartel equilibrado, que siga una línea artística coherente y donde todos los nombres tengan un mínimo de peso, ya no está de moda; lo que mola es tener unos cabezas de cartel bien gordos, que impresionen hasta al que no haya oído música en los últimos 30 años (y cuyo caché supone el 75% del presupuesto del festival). O cómo explicar si no la omnipresencia de, por ejemplo, Babyshambles; tendríamos que remover cielo y tierra para encontrar a una sola persona que recuerde un buen concierto suyo. El resto, relleno, y cuanto más mejor.
Además de que generalmente, en los festivales, los grupos no van a tocar un set completo como si estuvieran de gira: la duración de los conciertos se ve bastante recortada, el montaje del escenario será más reducido, y la sonorización será más atropellada que si sólo tocaran uno o dos grupos.

2008

Este panorama se venía repitiendo en los últimos años. Pero este 2008 parece que toca dar una nueva vuelta de tuerca. Por un lado, creo que nunca habíamos asistido a una programación de conciertos grandes y música internacional en directo tan inabarcable como la de este año.
Por otro lado, los festivales se han convertido, a ojos de muchos ayuntamientos y de su electorado, en un símbolo de desarrollo y modernidad. Si el pueblo de al lado ya tiene un festival, ¿cómo no vamos a montar nosotros otro con un cartel con letras el doble de gordas? Como resultado, gente sin ningún tipo de experiencia en organizar espectáculos (lo de la sensibilidad musical mejor los obviamos) se lanza a la piscina tratando de lograr el gran pelotazo.
Con todo esto, parece que un concierto de un grupo solo, fuera de un festival, es algo que ya no mola. ¿Vienen Radiohead de gira? ¿Te figuras, qué feo, un cartel que sólo ponga “Radiohead en directo”? La solución, un festi para ellos solos: Daydream Festival. ¿Neil Young viene de gira? ¿Y encima hay mucha espectación? Pues habrá que ficharle para el Rock in Rio, aunque no tenga nada que ver con el resto de la gente que actúa ahí; así, haremos que venga gente a la que no le va a gustar ni el ambiente del festival ni el resto de grupos que programamos.

Otra novedad para este año es que nadie se molesta en ocultar la guerra abierta entre promotoras. Los piques no se limitan ya a “robar fichajes” a la competencia, sino que se llega a contraprogramar festivales en bloque. Ahí tenemos al FIB y al Summercase en el mismo fin de semana, o al Festimad intentando mantenerse en pie después de que el Electric Weekend fuera programado en la ciudad y las fechas que ellos tomaban como suyas.
Entonces, queda claro que el principal objetivo de los grandes festivales para el 2008 es el de aplastar a la competencia. ¿Tener contento al cliente? Este año no toca. “Si alguien quiere venir a nuestra fiesta, que tenga muy claro que no le queda otra que perderse la del enemigo. Aunque haciéndolo así sólo vayamos a poder programar la mitad que otros años, porque la otra mitad se la lleva en exclusiva la competencia”, deben de estar pensando algunos organizadores.

Hasta ahora, uno de los alicientes para ir a festivales era poder contemplar de una sola vez a muchos grupos y a un precio más ajustado que si se les viera por separado. De momento, y vista la escalada de precios de la música en directo en los últimos tiempos, esta premisa se mantiene. El problema viene si comparamos estos precios con los de allende nuestras fronteras.
Por ejemplo, fijémonos en el Kobetasonic, el nuevo festival heavy que se celebra este año en bilbao. Ahora mismo, los abonos para dos días cuestan 125 eipos. Bien, comparémoslo, por ejemplo, con el festival belga Grasspop (http://www.graspop.be/), casi con el mismo cartel, al que se suma un tercer día de festival, tres docenas de bandas más, y un nivel de calidad medio superior a lo de Kobetamendi. La sorpresa es que en Bélgica, el festival cuesta… 130 euros.
Si cogemos el Electric Weekend, el festival metalero que se estrena este junio en Getafe, vemos que el abono también sale por 125€. Si lo comparamos con el Rock im Park de Dinamarca (www.rock-im-park.de/), ocurre algo parecido al caso anterior: idéntico cartel, salvo que se le añaden varias decenas de bandas (entre las que se cuelan lo último del pop internacional, mezcla impensable por aquí), y el precio… 135€
Pero si seguimos dentro el género cafre, podemos encontrar el francés Hellfest (http://www.hellfest.fr), que nos ofrece 90 y pico bandas por 109€… ¿inquietante?

Quizás haya que empezar a plantearse que lo de salir al extranjero para ver festivales puede ser más económico de lo que pensábamos. Pero también queda claro es que los precios que se nos pide por los festivales de aquí, en general, están muy inflados.
Suponemos que el exceso de competencia que existe en la actualidad está forzando a los promotores a ajustar los precios de los abonos. Pero, si se diera el caso de que la política caníbal de este año diera buen resultado y desapareciera esa competencia, ¿qué ocurriría con los precios? Creo que sólo Octavio Acebes conoce la respuesta.



¿Otros festivales son posibles?

Hagamos memoria. En nuestro país, el fenómeno de los festivales musicales tal y como los conocemos no es tan viejo. Habría arrancado a mediados de la década de los noventa, cuando surgen el Benicàssim y los desaparecidos Dr. Music y el Espárrago Rock, a imitación de los grandes festivales que desde hacía décadas existían por todo el mundo, y supongo que espoleados por el bombazo mediático que fue el Woodstock’94. A partir de ahí, el fenómeno no ha parado de crecer, hasta el punto que a día de hoy es fácil encontrar festivales veraniegos en todas las provincias (casi en cada municipio). Pero cabe preguntarse hasta qué punto se trata de una escena sólida. Y es que casi podría decirse que hay más festivales que público festivalero. Creo que la ”cultura musical” media en España no es lo suficientemente firme como para sostener el volumen de esta festimanía durante demasiado tiempo. Desde hace algunos años se está hablando de una “burbuja”, que en algún momento explotará y pondrá patas arriba a gran parte del panorama musical español. Y todo esto no debería cogernos desprevenidos: parece como si se acercara un revival de lo que ocurrió a principios de los 90, cuando el apoltronamiento de los “dinosaurios” del pop español, de la mano del empeño común de los ayuntamientos de todo el estado en buscar el pelotazo, consiguieron hundir gran parte de la escena de música en directo, sustentada entonces sobre humo.

Puede que sea un buen momento para plantear la necesidad de apostar por alternativas al modelo hegemónico de macrofestivales, antes de que sea demasiado tarde. La edición 2007 del Santander Summer Festival creo que fue un ejemplo de las consecuencias de un festival organizado con desgana por todas las partes implicadas: mal cartel, pobre organización, discreta afluencia de público y dinero de las arcas públicas mal gestionado. Algunas voces lloran porque parece que este festival no va a repetirse. Pero, ¿merece la pena llorar por una fórmula que ha dado tan malos resultados? Sobre todo, teniendo en cuenta que en el País Vasco, a una hora escasa de coche, se celebran varios festivales con entidad suficiente como para eclipsar iniciativas no demasiado ambiciosas, tales como las que suelen acometerse por estos lares.
Por otro lado, llama la atención que en la era del MP3, cuando nunca tanta gente ha escuchado tanta música, los apoyos institucionales se centren en apoyar de forma incondicional ciertos eventos “privilegiados” mientras se endurecen las trabas administrativas sobre pequeñas salas y otro tipo de locales o entidades que tratan de programar de manera continuada música en vivo. En provincias como la nuestra, condenadas en los últimos años a un estado de sordera, las promotoras de grandes festivales tampoco suelen implicarse en esta dinámica de conciertos en salas pequeñas o medianas.
Se alimenta así un modelo especulativo, que no fomenta la difusión de la cultura musical entre la mayoría de la población. La música en directo deja de entenderse como una actividad cotidiana en la que el espectador puede participar de forma activa, sino más bien como un negocio de temporada. El resto del año, la música no saldrá del ámbito de consumo y disfrute privado más que para adornar previos de eventos deportivos, hilos musicales en comercios o llamadas a nuestros teléfonos móviles.
Cabe, de todas formas, una pregunta. ¿Fue el público el que dejó de querer ir a pequeños conciertos, o fueron los “esfuerzos” de la administración pública y las grandes promotoras las que los vaciaron? A esto no me atrevo a dar una respuesta.

En fin, que creo que estoy desvariando. Me aburro de escribir y supongo que también vosotros de leerme. Si habéis llegado hasta aquí, espero que hayais sacado algo en claro sobre alguna de estas cosas. Os diría cuál es mi conclusión de todo esto, pero después de escribir un millón de líneas, se me ha olvidado hasta a dónde quería llegar…

20 comentarios sobre “Alegato antifestivalero ’08”

  1. Pingback: meneame.net
  2. Ir al Ebrovisión que es un festival de verdad, hecho por una asociación sin todos estos rollos

  3. Hola a todos!

    Hace 2 años tuve la oportunidad de acudir al Ebrovision 2006 en Miranda de Ebro, gracias a unas entradas sorteadas en esta nuestra página, http://www.alnortedelnorte.es. Era la primera vez que me tocaba algo! Gracias de nuevo!

    Como siempre generalizar es malo, pero la tendencia de los grandes festivales se asemeja bastante a lo descrito en el post. Sin embargo, nos quedan los pequeños eventos, organizados por amantes de la música, en los que maximizar el beneficio no es el principal objetivo. Ebrovision es un buen ejemplo. Organización perfecta, acampada 5 estrellas y ese ambiente que invita al disfrute y diversión.

    En cuanto a precios, no lo paseis a pesetas porque entonces no os moveis de casa. 20.000 pesetas! pfffffff mentales

    Saludos!

  4. Gracias a ti Diony 🙂
    Pues si, no es todo generalizable, esta claro, pero es la sensacion que uno tiene al ver los carteles de muchos de los festivales que pueblan españa…
    Yo sigo siendo gran seguidor de varios festivales de musica, y este año, espero repetir mi asistencia, pero me resulta desolador no poder disfrutar de giras porque muchos grupos firman clausulas qeu nos les permite dar conciertos en españa antes y despues de un festival, ver como se me priva de poder ver artistas por cauas agenas a mi y lo que es peor, que en muchos casos se descuide el trato que se me da como cliente, ya sea con las instalaciones, que en algunso casos son insufribles, como no tener las programaciones con la debida antelacion, o descuidos en cosas tan fundamentales como horarios y sonido…
    Cada dia creo qeu es mucho mejor opcion los evento de peqeño mediano alcance, en el qeu se puede disfrutar de propuestas mas que interesantes por precios mas razonables (aqui entraria el CUVA por ejemplo, aunq yo en siguientes ediciones le echara huevos)

  5. jeje, es verdad que el rock im park es en Nurenberg, ha sido un lapsus brutal por fijarme en la extensión de su web. siempre se me olvida que los alemanes no saben escribir bien el sitio donde viven.
    A todo esto, el enlace que he puesto de ese festi no funciona, si quereis ver su web copiad y pegad esa dirección (www.rock-im-park.de/) en el navegador.

  6. No lo hubiera podido definir mejor. Menuda guerra hay creada por organizadores para ver quien se gasta más pasta en traer lo último de lo último y atraer más gente, eso si, tratandolos en condiciones infrahumanas, infiernos de zona de acampada.

    Yo ya tengo la entrada del Rock am Ring, (www.rockamring.de), el mismo cartel que el rock im park (se celebran simultaneamente el mismo fin de semana), avion desde santander a frankfurt por 70 euros y 50 minutos desde el aeropuerto al circuito donde se celebra el festi.

  7. Vacaciones en Lisboa en julio, Neil Young, Bob Dylan, Ben Harper, Gogol Bordello…………….. 80€.
    Optimous Alive en Oeiras….

  8. Pingback: generic ventolin

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