Después de ocho meses de bochornoso cierre, la Filmoteca de Cantabria, en la santanderina calle Bonifaz, vuelve a abrir sus puertas. Es una buena noticia, sin duda; pero la alegría no debe evitar que se reflexione sobre lo que han supuesto estos ocho meses de parón.

Sinceramente, la Filmoteca es una de las propuestas de nuestra capital de la que me gusta presumir. Puede que nuestro circuito de teatros, conciertos o arte no sea, en muchos casos, sobresaliente. Vamos por buen camino, aunque obviamente, estamos alejados de la oferta que podemos encontrar en una gran ciudad. Nuestra Filmoteca, sin embargo, se podía medir cara a cara con la de cualquier otra ciudad, grande o pequeña. Una sala reducida, pero agradable; una programación seleccionada con buen gusto; unas proyecciones en rigurosa versión original; un público asiduo y respetuoso, un precio muy asequible (a partir de hoy, un poco menos: sube medio euro el precio de la entrada, aunque también se podrá disfrutar del precio anterior mediante bonos de 10 entradas)… En definitiva: todo un éxito.

El hecho de que una propuesta cultural arraigada, exitosa y querida se cierre por motivos burocráticos o políticos debería hacer sonrojar a muchos. Aunque aquí nunca pasa nada. Años de estudios en técnicas de debate aprendidas de los mejores preescolares del país han convertido cualquier enfrentamiento político en un continuo ¡y tú más!

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